Europa se acerca a un sueño. El de tocar el suelo marciano. Aunque sea con los dedos metálicos de un módulo espacial. Si todo va bien, lo cumplirá mañana, 19 de octubre, a las 16:48:11, hora peninsular. Aunque no podremos saltar a celebrarlo hasta casi diez minutos después, lo que tardará la señal de “todo ha ido bien” en viajar hasta nosotros.

La aventura forma parte de la misión ExoMars, una colaboración entre la Agencia Espacial Europea (ESA) y la rusa (Roscosmos). Su objetivo final es enviar a Marte en 2020 el primer rover nacido a este lado del Atlántico, ya que la exploración en superficie siempre ha llevado la firma de la NASA. Lo que vamos a presenciar a ahora es la primera parte de la misión, que consta de un orbitador y un módulo de aterrizaje, unido a él. Están destinados a probar las tecnologías de descenso, entrada en la atmósfera marciana y aterrizaje controlados que luego servirán tanto al rover de ExoMars como a otras misiones futuras. Y también a recoger datos que nos ayuden a comprender un poco mejor a ese vecino aún lleno de misterios.

Tras siete meses de viaje, el día 16 el orbitador o TGO (Trace Gas Orbiter, en inglés) soltó el módulo de aterrizaje, llamado Schiaparelli en honor a un astrónomo italiano. Este está cayendo en punto muerto y esto es lo que podremos ver mañana en directo aquí:

Se activará unas horas antes de llegar a la atmósfera marciana. En ella viajará a 21.000 km/h, protegido de los 1.500ºC por las 90 piezas aislantes de su escudo térmico frontal .

Cuando le falten 11 kilómetros para llegar al suelo, el escudo térmico lo habrá frenado hasta 720 km/h y se desplegará un paracaídas de 12 m de diámetro. Su efecto lo ralentizará en 4 minutos hasta los 320 km/h, momento en que se desprenderá de los dos escudos térmicos (frontal y posterior) con un intervalo de un minuto. Entonces utilizará el radar de abordo para detectar el suelo y situarse en la posición más conveniente para encontrarse con él. De una forma un tanto brusca, ya que a una altura de dos metros y con una velocidad de ya solo 7 km/h, los motores se apagarán y Schiaparelli desplomará literalmente sus 600 kilos contra Marte. Una estructura deformable en su parte inferior amortiguará el golpe contra la zona llamada Meridiani Planum,que también está siendo objeto de exploración por el robot Opportunity de la NASA y, desde el espacio, por la Mars Express de la ESA.

En un plazo de dos horas debería enviar la señal de aterrizaje al centro de control de la misión en Darmstadt (Alemania) y empezar a trabajar. Básicamente, el módulo es una estación meteorológica.

Durante entre dos y tres días –sus baterías no dan para más– recogerá información sobre la presión y humedad atmosféricas, la temperatura del aire, el viento, la cantidad de radiación solar en la superficie y la de polvo en la atmósfera. Estos dos últimos parámetros están a cargo del Sensor de Irradiancia Solar (SIS), elaborado por el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) español. Sus resultados servirán para estudiar el origen de las tormentas marcianas, precisamente en la estación en que son más abundantes.

Schiaparelli medirá además por primera vez los datos sobre campos eléctricos en aquella atmósfera. Y mientras este aparato se adecúa a la superficie, a su orbitador le queda otra tarea por delante. 12 horas después de separarse del módulo, encenderá los motores para entrar en una órbita elíptica. Desde ella, buscará rastros gases como metano, vapor de agua u óxidos de nitrógeno.

Gracias a estos dos componentes de ExoMars, el Planeta Rojo estará a partir de mañana un poquito más cerca de Europa.

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Pilar Gil Villar