El llamado Studio of Mathematecally Precocious Youth (SMPY), es uno de los experimentos más largos jamás realizados. Comenzó en 1961, y ahora acaba cumplir 45 años. Su objetivo era tratar de averiguar como se forja un genio y, ahora, tras casi medio siglo de vida, ya se pueden sacar algunas conclusiones.

El estudio comenzó cuando el investigador Julian Stanley conoció a un niño de doce años llamado Joseph Bates. Era un chico brillante pero estaba poco motivado. Stanley le convirtió en el paciente cero sobre el que iniciar su trabajo, consistenteen comprobar como evolucionaban intelectual y profesionalmente, una nutrida selección de niños con facultades excepcionales.

Finalmente, fueron cinco mil los muchachos que participaron en esta investigación que, durante varias décadas ha seguido su trayectoria académica y profesional. Ahora, 45 años después, una gran parte de aquellos chicos han llegado a ser brillantes científicos o matemáticos. Pero, ¿cómo ha sido posible?

Según el equipo de Stanley, los muchachos seleccionados respondían ya a un perfil determinado, es decir tenían capacidades cognitivas e intelectuales destacadas. Pero no todos las desarrollaron de la misma manera. Los resultados del estudio indican que aquellos que gozaron de vínculos familiares y afectivos muy sólidos en su infancia, mostraron posteriormente mejores resultados en su rendimiento académico. Esta conclusión no es excesivamente novedosa, ya que otros muchos estudios habían incidido en esa cuestión.

Pero, donde esta investigación rompe los esquemas habituales en lo relativo a las habilidades del niño. La tendencia común, a nivel educativo, es que si un niño muestra una afición muy acusada por un tema o campo concreto, que además se le da bien, estimularle en esa dirección. Pero en esta investigación se comprobó que los niños con los que se actuaba así acababan mostrando más limitaciones que aquellos otros a los que se les estimulaba a interesarse por materias muy diferentes aunque, inicialmente, algunas de ellas les produjeran rechazo.

El estudio también reveló que los niños que aprendían a tocar un instrumento musical, que usaban los videojuegos y que leían con frecuencia, aprendían a sacar más rendimiento de sus capacidades cognitivas.

Ninguno de estos datos puede considerarse como algo tajante. No hay nada que demuestre que tocar un instrumento te convertirá en un genio. Pero la información que arroja el estudio si sirve para intuir áreas y elementos que, combinados entre sí, pueden servir para que los niños con capacidades excepcionales puedan desarrollarse de una forma plena.

También hay que avisar que el estudio ha sido muy criticado por algunos educadores que le acusan de olvidarse de otros muchos niños, aquellos cuyas capacidades no destacan tanto, pero que también tienen derecho a labrarse un futuro pleno.

Fuente: http://www.iflscience.com/brain/heres-what-it-takes-to-raise-seriously-smart-kids-according-to-a-45yearlong-study/

Vicente Fernández López