En 2011, Daniel Nocera, de la Universidad de Harvard, desarrolló una “hoja artificial”: una celda solar del tamaño de un naipe, capaz de separar los elementos químicos del agua (hidrógeno y oxígeno) de un modo diez veces más eficiente de lo que lo hacen las plantas en la fotosíntesis, y utilizar el hidrógeno como fuente de energía.
Pero la hoja artificial tenía un inconveniente de acuerdo con Nocera: no estamos listo para combustibles conseguidos a partir de hidrógeno. “Actualmente no existe una infraestructura para que el hidrógeno se convierta en un combustible. Lo único que haríamos sería hinchar globos”, aseguró Nocera en una conferencia en la Universidad de Chicago.
Pero si el hidrógeno se combina con CO2 para hacer alcohol, el resultado puede ser utilizado del mismo modo que la gasolina. Con esto en mente Nocera desarrolló, con ingeniería genética, una bacteria llamada Ralston eutropha que convierte el hidrógeno y el CO2 en trifosfato de adenosina (o ATP, fundamental para la energía celular) y, gracias a las modificaciones genéticas, transforma el ATP en alcohol.
Justamente esto es lo que Nocera anunció en la conferencia en la Universidad de Chicago ,la bacteria que convierte la energía solar con una eficacia también diez veces mayor que los vegetales. “Por ahora hemos conseguido que la bacteria produzca alcohol isopropílico, isobutanol y metilbutano – explicó Nocera en su conferencia – . Todos estos son alcoholes que pueden quemarse directamente y han sido creados directamente del hidrógeno obtenido del agua. Eso es lo que hace esta bacteria”.
Algo que sí resalta este experto es que la bacteria no resolvería el exceso de CO2, pero sí nos permitiría reducir el uso de combustibles fósiles.

Juan Scaliter