El 24 de abril de 1990, el telescopio espacial de la NASA/ESA Hubble fue puesto en órbita a bordo del transbordador espacial Discovery como el primer telescopio espacial de este tipo. Cada año, para conmemorar esa fecha, los científicos que lo controlan, apuntan su ojo casi infinito a un parche del cielo que exhiba una belleza única para pasar a su Salón de la Fama o mejor dicho de las Estrellas. Y este año el destinatario de la atención del Hubble ha sido la Nebulosa de la Burbuja, o NGC 7635.
En verdad se trata de una nube de gas y polvo iluminada por una estrella brillante en su interior que se encuentra a 8.000 años luz, en la constelación de Casiopea. La Nebulosa de la Burbuja fue descubierta por William Herschel en 1787 y pese a que ya había sido retratada por el telescopio Hubble, esta es la primera vez que, gracias a una composición de 4 fotografías, se puede ver la totalidad de la nebulosa, que mide unos 10 años luz, en una imagen.
Pero hay mucho más que espectacularidad en esta visión. La burbuja casi perfecta es el resultado de un potente flujo de gas, conocido como viento estelar, que proviene de la estrella brillante que se puede ver en la parte izquierda de la imagen, pegada a la burbuja. Se trata de la estrella, SAO 20575 y su masa es entre diez y veinte veces la del Sol y es la presión creada por sus fuertes vientos solares (que vuelas a unos 100.000 km/h) lo que genera esa burbuja de material interestelar.
El hecho de que la estrella no se encuentre en el centro, pero la burbuja mantenga su simetría es un enigma que aún no encuentra respuesta. Otro misterio que rodea a SAO 20575 es el nudo cometario cercano a ella. Estas estructuras, comunes en las nebulosas planetarias, tienen un tamaño mayor al sistema solar y una masa similar a la de la Tierra, pero no se sabe mucho más sobre ellas.

Juan Scaliter