Parece una escenografía concebida por los guionistas de Juego de Tronos. Se llama Pirámide de Ball, mide casi 600 metros de altura y se encuentra en el mar de Tasmania, cerca de la costa Australiana, a 19 kilómetros de otra isla, Lord Howe. Y, pese a ser real, está habitada por criaturas fantásticas.
La historia comienza en 1918. Casi un siglo atrás, Lord Howe era reconocida mundialmente por albergar una población de insectos conocidos popularmente como langostas de árboles, unos bichos palo de 15 centímetros de largo y 25 gramos de peso. Pero a inicios del siglo pasado, un buque, el S.S. Makambo, atracó en la isla Lord Howe con un cargamentos de alimentos y ratas que desembarcaron y convirtieron a estos insectos, los Dryococelus australis, en comida rápida: se los cargaron a velocidad récord. En 1930 se dejó de verlos y se pensó que se habían extinguido.

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Pasaron 80 años sin avistamientos hasta que un grupo de escaladores, se atrevió con las paredes de la Pirámide Ball y, a unos 70 metros de altura, encontraron a estos pequeños dragones. La población entera sumaba unos 24 individuos. Los últimos de su especie. Dos científicos australianos,David Priddel y Nicholas Carlile, decidieron comenzar una campaña para salvarlos. Para ello cogieron dos parejas. A una de ellas la enviaron a un especialista en Sidney, pero a las dos semanas murieron. La otra terminó en el programa de cría del zoológico de Melbourne, con el especialista en conservación de invertebrados Patrick Honan. De acuerdo con la famosa bióloga Jane Godall, Adán y Eva, com decidieron llamar a la pareja, “dormían juntos, con Adán pasando tres de sus patas por encima de Eva. Estos insectos forman pareja, un comportamiento rara vez visto”. Finalmente el programa del zoológico de Melbourne tuvo éxito y a lo largo de los años consiguieron unos 11.376huevos de una población de 700 adultos.

Y ahora es cuando comienza el problema: cuando los zoólogos logran evitar la extinción de un animal raro, ¿se debe regresar a la naturaleza? ¿De qué modo? Los habitantes de la isla de Lord Howe están encantados que se termine con la plaga de ratas que habita su territorio…pero no se muestran muy a favor de que las reemplacen unos insectos que tienen casi el mismo tamaño. No hay una respuesta correcta, pero sí hay una razón: los Dryococelus australis también tienen derecho a poblar el planeta. Aunque den un poco de miedo.

Aquí puedes ver cómo nace una cría de Dryococelus australis.

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Juan Scaliter