En las laderas de Marte y sólo en sus estaciones templadas aparecen unas líneas claramente distinguibles del entorno por su tonalidad. Van ampliándose hacia abajo, con una anchura media de poco menos de 5 metros, como si un líquido discurriera hacia la llanura o el valle. Diversos estudios han interpretado esas líneas recurrentes en pendiente (RSL, por sus siglas en inglés) como corrientes de agua muy salobre, pero no habían encontrado las sales que lo probaran. Hasta hoy. Según nuevo estudio, anunciado por la NASA a bombo y platillo, ahí están las sales.

Lujendra Ojha, del Instituto de Tecnología de Georgia, y sus colegas explican en Nature Geoscienceque han detectado la presencia de cloratos y percloratos en las RSL de cuatro localizaciones: los cráteres Palikir, Hale y Horowitz y en el Coprates Chasma. ¿Qué tienen que ver esos minerales con el agua? En un planeta gélido, harían el mismo efecto que la sal que se arroja a las carreteras en invierno. Bajar el punto de congelación del hielo, por lo que la posible agua circundante podría pasar al estado líquido. Al subir la temperatura de nuevo, se acabó el fenómeno, lo que explicaría su aparición cíclica. O bien podrían absorber la humedad circundante. Hay que tener en cuenta que las temperaturas a las que esas zonas húmedas están entre los 250 a 300K (-23ºC y 26º C).

Alberto G. Fairen, del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA), que no ha participado en el estudio, manifiesta que «el nuevo trabajo describe por primera vez datos reales de este proceso: los modelos eran acertados y las marcas de escorrentía se forman efectivamente por la presencia de agua muy cargada de sales durante el verano. Por lo tanto el agua líquida fluye hoy por la superficie de Marte. La novedad es que ya no son modelos: son observaciones directas». Sin embargo, no debemos imaginar caudalosos torrentes, sino más bien zonas humedecidas, con cierto flujo mínimo en las pendientes. «Si el agua corriera, erosionaría el terreno formando canales», aclara Fairen, » y esto no se observa en las RSL».

Los autores han basado su trabajo en los datos del Orbitador de Reconocimiento de Marte (MRO), lanzado en 2005. Gracias a su espéctometro CRISM y su cámara HiRISE, han analizando el grado de reflectancia de la luz de esas zonas, y detectar la presencia de cloratos y percloratos. Ambos tipos de sales se habían encontrado ya en el polo norte del Planeta Rojo, con ayuda del lander Phoenix, y en el cráter ecuatorial Gale, gracias al Curiosity, este último utilizado en una investigación dirigida por el español Javier Martín-Torres.

En cuanto a cómo se forma la salmuera, los autores reconocen que no lo saben y ofrecen tres hipótesis: que se deba al derretimiento del hielo de la superficie o el subsuelo, aunque el estudio incluye zonas ecuatoriales en las que no debería haber hielo. Que se formen por descargas de algún acuífero, pero entonces no entenderían por qué empiezan en altitudes elevadas. Y la tercera opción, a la que no ponen pegas, es que las sales absorban tanta humedad de la atmósfera que formen una solución líquida, en un proceso conocido como deliquescencia.

Y la gran pregunta: ¿puede esto abrir las posibilidades de que exista vida ahora mismo allí? En el artículo se abre una puerta a esta opción, al señalar que en los puntos más áridos y calurosos del desierto de Atacama (Chile) la única vida que se conoce es la de microbios y procariotas que habitan en soluciones de sales que absorben agua de la atmósfera. Sin embargo, advierten que estas formaciones marcianas, aunque fueran similares, podrían no tener suficiente agua como para albergar vida. Durante la rueda de prensa de la NASA, Mary Beth Wilhelm, del Centro de Investigación Amesy el Instituto Tecnológico de Georgia declaró que, para evaluar esa posibilidad «aún tenemos que saber lo fría y concentrada que está la salmuera».

Pilar Gil Villar