Uno de los principales obstáculos para combatir la pobreza es la falta de datos. Sobre la población real de las zonas afectadas o las características de los riesgos a que se pueden ver sometidas. Para completar esa información incompleta, la tecnología nos ha abierto literalmente una nueva perspectiva: mirar desde arriba. Es decir, aprovechar las imágenes de los múltiples satelites que nos orbitan.

Un estudio del Banco Mundial ha decidido explorar la utilidad de esta herramienta a la hora de afinar los datos de población, esenciales a la hora de calcular la incidencia de la pobreza. En muchos países en desarrollo la frecuencia de las encuestas censales por hogares es menor a cinco años. Y, cuando se realizan, el difícil acceso a muchas zonas menoscaba su fiabilidad. Sin embargo, los autores consideran que esa población «fantasma» puede localizarse en las imágenes de satélite. Por ejemplo, observando la luminosidad que se emite desde la Tierra por la noche, y sus cambios a lo largo de un período de tiempo.

La investigación se ha planteado como un proyecto piloto en 338 municipalidades de Guatemala, algunas de las cuales no llegan al kilómettro cuadrado. Tras cruzar los datos del proyecto MODIS de la NASA y de la Agencia Nacional para la Atmósfera y el Océano (NOAA) estadounidense, vieron que servían para afinar los registros sobre pobreza del Instituto de Estadística guatemalteco. Sin embargo, concluyeron que la luminosidad no se puede utilizar como único criterio para detectar la falta de recursos.

Pero los satélites también pueden contribuir a luchar contra esta fuera de la demografía. Por ejemplo, ayudaron a detectar por primera vez cambios en el uso de la tierra y un descenso en el nivel del agua del lago Titicaca en la frontera entre Perú y Bolivia. Esas modificaciones tienen consecuencias devastadoras para la biodiversidad de la zona y, por tanto, en las vidas de sus más de tres millones de habitantes. Con ellas se detectaron también factores de riesgo para los corales de las costas Centroamericanas, que dan sustento a muchas familias dedicadas a la pesca y el turismo.

Y en Río de Janeiro sirvieron de base para elaborar modelos que explicaran el comportamiento de las inundaciones. Con ellos se podían tomar las medidas más adecuadas para evitar catástrofes como la de 2011, en la que fallecieron más de mil personas.

Por su parte, la ESA también proporciona imágenes a organizaciones preocupadas por el desarrollo. Participa con el Banco Mundial en proyectos de gestión de aguas en México, de bosques en Brasil y Argentina y de urbanización en Lima, Quito y Bogotá.

Pilar Gil Villar