El blanco de nuestro satélite se ve oscurecido por una gran zona grisácea llamada Oceanus Procellarum (Océano de las Tormentas), que durante mucho tiempo se ha explicado como la cicatriz de un impacto de asteroide. Sin embargo, los datos recogidos por los dos satélites GRAIL apuntan a que la herida pudo brotar del interior.

Ambos dispositivos realizaron un preciso mapa de la gravedad lunar que nos muestra los rasgos escondidos bajo las llanuras de lava de la superficie. Al analizarlos, el equipo de la misión ha detectado un perfil cuadrado en ese “océano” geológico, lo cual descarta el impacto de un meteorito. Las elevaciones de sus bordes hacen pensar en una zona de grietas por las que pudo brotar magma o bien en una región hacia la que subieran elementos radiactivos desde un interior agitado. En ese viaje habrían calentado la corteza, que, al enfriarse, se habría rasgado dando lugar a las características elevaciones de la zona. Esta nueva versión de la historia puede ayudarnos también a entender regiones similares, como las del sur de la luna de Júpiter Encélado.

DATOS:
2.600 km tiene el área que ocupa el llamado Océano de las Tormentas.
55 km de altitud tenía la órbita de los satélites GRAIL.

Pilar Gil Villar