La película Lucy, protagonizada por Scarlett Johansson, tiene como base argumental que los seres humanos sólo utilizamos un 10% de nuestro cerebro

El cine de acción tiene mala fama (y eso que directores como Sam Peckinpah o Robert Aldrich realizaron numerosas obras maestras en dicho género). De hecho, no falta gente que considera que dichos filmes son realmente «películas descerebradas». Y aunque personalmente no comparto esa opinión, tengo que reconocer que en ocasiones surgen largometrajes que parecen rodados expresamente para confirmar dicha creencia. Una de esas películas es Lucy, la última cinta del (generalmente brillante) director francés Luc Besson.

Protagonizada por Scarlett Johansson y rodada en Taipei (China), cuenta la historia de una chica obligada a trabajar como «mula» (persona que transporta droga) para unos narcotraficantes. La protagonista prueba casualmente un suero experimental cuyos efectos son los de transformarla en una auténtica superwoman poseedora de una mente prodigiosa. Y es que los posters del filme que pueden verse en las calles de cualquier ciudad española, afirman: «Solo usamos el 10% de nuestro cerebro. Pero Lucy está a punto de alcanzar el 100%».

La ciencia ya ha desmentido al menos cien mil veces que dicha creencia (el que solo empleemos el 10% de nuestra capacidad mental) es una patraña sin fundamente. Pero curiosamente sigue siendo una patraña que goza de una gran aceptación popular. Lo cuál corrobora que los expertos tendrán que desmentirla al menos otras cien mil veces más.

¿Cuál es el orígen de este mito? No está bien claro. Algunas fuentes apuntan a una cita del psicólogo estadounidense Wlliam James, quien en 1906, en un artículo titulado «Las energías del hombre», escribió. «Estamos haciendo uso de tan solo una pequeña parte de nuestros posibles recursos físicos y mentales.” Otras apunta incluso al mismísimo Albert Einstein. Una leyenda urbana (cuya veracidad no he podido confirmar) afirma que en una ocasión, cuando una persona le comentó como podía ser su mente capaz de comprender conceptos tan complejos como la «Teoría de la relatividad», el científico le habría respondido en plan de broma. «Y eso que solo uso el 10% de mi cerebro».

Aunque parece más sensato pensar que la base de esta creencia (errónea) está en las investigaciones realizadas a finales del siglo XIX, cuando los primeros neurólogos descubrieron que las neuronas tan solo componen un porcentaje relativamente pequeño de nuestro cerebro. Pero claro, los científicos afirman que de ahí a creer que solo empleamos el 10% de nuestra capacidad mental, pues media un abismo. Todo lo demás, también es útil.

Tal y como asegura el neurocientífico Barry Beyerstein. «Si no usáramos el 90% de nuestra mente, nuestro rendimiento no debería verse afectado cuando se lesionan ciertas áreas del cerebro». En cambio, la realidad demuestra que ninguna puede ser dañada sin que se pierda alguna habilidad». El experto también explica que el funcionamiento del cerebro requiere un enorme consumo de energía en comparación con el resto del cuerpo. Si el 90% del mismo no fuera necesario, el gasto sería menor. Además, mediante la técnica conocida como grabación de unidades individuales, los investigadores han insertado un electrodo diminuto en el cerebro para monitorizar la actividad de una sola célula. Si no se utilizan el 90 % de las mismas, esta prueba lo debería haber demostrado.

Si la creencia fuera cierta: «Implicaría que la naturaleza es absolutamente ineficiente. ¿Por qué habrían de evolucionar seres con cerebros más grandes de lo realmente necesario?», añade Beyerstein.

Por suparte, John Henley, neurólogo de la Mayo Clinic in Rochester, Minnesota, afirmó. «Que la mayor parte del día utilizamos casi el 100% de nuestro cerebro, incluso mientras dormimos».

El mito del 10% de nuestra capacidad cerebral ha sido abrazado por parapsicólgos y gurús de la nueva era, que aseguran incluso que podríamos llegar a poseer poderes tan prodigiosos como la telepatía si usáramos todo el potencial de nuestra mente. Pero la ciencia ya ha demostrado en abundantes ocasiones que solo es un sueño digno de la ciencia ficción.

Por eso, quien vaya a ver Lucy que disfrute la película como lo que realmente es: una ficción pura y dura, un entretenimiento que juega con la fantasía. Pero que una vez terminada la proyección, utilice todo el potencial de su cerebro para llegar a la conclusión de que lo del 10%… pues eso… es cosa de las películas.