Es un científico bien plantado, uno de los expertos de referencia consultados sobre aspectos de seguridad en el consumo de vegetales transgénicos para la población. Entre sus méritos está el haber secuenciado el genoma del maíz.

¿Se está produciendo un empobrecimiento de las variedades?
Sí, a nivel global, se están perdiendo algunas de plantas cultivadas en el entorno global. Es decir, que eran de una zona muy concretas. Pero también es cierto que hay un esfuerzo continuado de mejora genética. ¿Cuál es el dilema? Por una parte, el agricultor quiere un planta, como un tomate, que tenga mucho rendimiento y que no se pierda al transportarlo. ¿Qué hace? Compra el más productivo en detrimento del resto. Por otra parte, la gente se queja de que las más rentables tienen poco gusto. En consecuencia, busca otras variedades con más sabor y se aumenta la oferta al consumidor. Cualquier mejora en plantas o animales está basada en disponer de una gran diversidad genética.

¿Por qué el maíz tansgénico tiene tan mala prensa?
Para mí es una sorpresa. En 2013 se celebró en Gante, en Bélgica, los 30 años de la primera planta transgénica. Cuando llegaron al mercado no hubo ningún problema. De hecho, el primer tomate llevaba una gran etiqueta destacando su modificación genética. ¿Qué ocurrió? Que hubo una serie de crisis alimentarias, la más grave las vacas locas, en el año 2000, y la gente tuvo una reacción de desconfianza. Empezó a preguntarse sobre lo que le estaban poniendo en el plato. Una serie de organizaciones se dedicó a hacer publicidad sobre ello. Pero el tema de los transgénicos no tiene nada que ver con el de las vacas locas. En cualquier caso la percepción negativa se ha mantenido en la población europea.

La genómica está dando pasos de gigantes, tanto en plantas como en humanos…

El primer gran genoma que se publicó fue el de la levadura en 1996. Es relativamente pequeño y se tardó cerca de cinco años en conseguirlo. Inmediatamente se pensó “si ha sido posible secuenciar uno de pocos millones de pares de bases, por qué no hacerlo con uno mayor”. El turno le tocó a la planta Arabidopsis thaliana, que es una planta modelo con 150 millones de pares de bases, en lugar de los tres mil millones de nucleótidos del genoma humano. Era un proyecto abordable, pero el genoma que más interesaba era el de nuestra especie. En USA se puso en marcha un proyecto que permitió el desarrollo de tecnologías de secuenciación más complicadas y que dio como resultado el genoma humano en 2000. El progreso que hay en la velocidad de secuenciación de DNA es aún mayor que el que se ha producido en la memoria en los ordenadores. Por ejemplo, nosotros en el 85, publicamos la primera secuencia de un gen de plantas, el de una proteína de maíz, que se hizo en España y de los primeros en Europa. Era un pequeño trozo de unos 900 pares de bases. Tardamos dos años. Ahora, uno de nuestros aparatos de secuenciación hace secuencias de millones de pares de bases en una tarde. El progreso ha sido enorme. Algún día tendremos la secuenciación de todos los seres humanos que hay en el planeta.

¿Acabaremos con el hambre?
Todavía tenemos en el mundo entre 800 y mil millones de personas que no comen suficientemente. Y están aumentando en Europa. Debemos tratar de que haya una alimentación variada a unos precios asequibles. No tiene mucho sentido producir mucho maíz y trigo en las praderas americanas y llevarlo a ciertas zonas de África porque los costes, aun con los programas internacionales de ayuda contra el hambre, son muy elevados. Es más lógico es que la gente produzca aquello que necesite allí donde vive. Ya hay muchas fundaciones en Africa buscando variedades de cereales que estén adaptadas a cada lugar. La agricultura ha tenido un enorme éxito en América, Europa y ciertas zonas de Asia, y tenemos que hacer que lo sea en todas partes

P. Recientemente se ha logrado crear un cromosoma sintético de la levadura. ¿Estamos hablando de fabricar vida?
Ahora lo que se ha hecho es demostrar que es posible sintetizar un trozo de DNA de 200.000 pares de bases. Lo interesante es que se ha rediseñado el cromosoma, es decir, le han quitado cosas que seguramente eran inútiles para que funcione, y, por otra parte, lo han preparado para poderle insertar otros genes que nos puedan ser útiles. Esa es la novedad. Si cambia mucho de lo que se había hecho hasta ahora, no lo sé. De hecho, hay un proyecto internacional para hacer toda la levadura sintética, sus 16 cromosomas. Desde luego el tema es interesante, pero yo creo que es más la proeza técnica de ser capaces de sintetizar químicamente 200 mil unidades que el que sea una novedad muy radical.

P. ¿Vamos hacia una alimentación personalizada en función de nuestro perfil genético?
Es una cuestión de calendario. Cada persona reacciona de una manera diferente respecto a la comida. Algunos son alérgicos, otros tienen tendencia a la obesidad, los hay con un elevado riesgo de sufrir diabetes…. O sea, en nuestro genoma hay cierta información que hace que reaccionemos de forma diferente a la comida. Probablemente en el futuro nuestra alimentación venga determinada por ello. De hecho, ya hay una disciplina que se llama nutrigenética que lo que intenta es aconsejar a cada uno un cierto tipo de alimentación partir de los datos de sus particularidades. Pero todavía no estamos en la alimentación personalizada. Hay gente que está vendiendo tests, pero no están validados. Todavía no tenemos sistemas que nos permitan a partir de nuestro genoma obtener una panorámica global. ¿Lo tendremos? ¿Cuándo? En medicina cuando se dice que más de cinco años es que no lo sabemos. O sea, que dentro de cinco años. Debemos tener precaución, prudencia, para que no nos vendan la moto antes de tiempo.

P. ¿Es logico la patente de una semilla dure treinta años cuando hay hambre en el mundo?
Hay una conciencia de que esto no está funcionando correctamente. Es un problema del mundo desarrollado y tenemos que acabar de arreglarlo, de ver cómo hacemos. Debemos proteger a aquel que hace mejoras y al que invierte tiempo, esfuerzo y dinero. Pero esa protección no debe impedir el acceso al alimento de quien lo necesita. Hay quien piensa que ciertos aspectos de las patentes no son apropiados. Es cierto que el agricultor tiene problema de acceso a tecnologías, pero, por ejemplo, la semilla del arroz suele ser gratis en todas las partes del mundo. Además, está reconocido al menos en Europa que el agricultor pueda hacer él mismo sus semillas.

P. ¿Es una quimera la agricultura ecológica?
Las plantas necesitan que tengan aporte de nitrógeno, pero si se agota en el suelo debemos añadírselo al igual que hacemos con el fósforo y el potasio. Los abonos son necesarios pero algunos de ellos pueden acabar contaminando el agua. Es un problema del que muchos agricultores han tomado conciencia. Ya están intentado utilizar el mínimo posible de abonos y pesticidas y hacer lo que se estaba haciendo siempre, es decir, rotaciones en los cultivos para favorecer la minimización de abonos y fungicidas. Es un reto complicado. Debemos lograr una agricultura productiva que permita producir todo aquello que necesitamos teniendo en cuenta el aumento de la población y el cambio climático y hacerlo además de forma sostenible. Es decir que lo que consigamos para nosotros también sea posible para nuestros hijos y nuestros nietos. Que no les contaminemos el agua, el suelo, la atmósfera. Muchos pensamos que esto es un objetivo posible. Pero debemos analizar las cosas a fondo, utilizar las variedades adecuadas, no parar en nuestro esfuerzo en tener mejores variedades posibles. Debemos saber que esto es un esfuerzo continuado. Hemos de buscar fertilizantes menos contaminantes, variedades resistentes a enfermedades que nos permitan utilizar menos abonos y pesticidas…

P. ¿Qué papel juegan los biocombustibles en todo esto?
En Brasil se está utilizando gran cantidad de alcohol que viene de la caña de azúcar. Pero si utilizamos terrenos para biocombustibles se lo podemos quitar a la comida. En Europa hicimos en su día una elección con el uso biodiesel que ha resultado poco apropiada por su escasa rentabilidad. Afortunadamente, la genómica nos da unas herramientas espectaculares para enfrentarnos a este tipo de retos. Ahora se está investigando mucho en especies que pueden crecer en espacios marginales que no necesitan tanta irrigación. Son muy cercanas a los cereales y crecen muy deprisa.

P. ¿Hay césped transgénico para los estadios?
El que se utiliza en los campos de fútbol es una variedad cercana a las gramíneas. En Estados Unidos ya se está experimentando con un transgénico más resistente para los estadios más resistente. Es posible que empiece a utilizarse en un futuro próximo.

P. ¿Qué podría hacerse en materia de ciencia si se tuvieran los 700 millones de euros en los que está valorada la Selección Española de Fútbol?
El año pasado hubo un par de crisis importantes en materia de ciencia. El CSIC estuvo a punto de cerrar y declararse en bancarrota y el Plan Nacional no tuvo convocatoria. Con sólo 200 millones que terminó poniendo el Gobierno arreglamos el problema. Yo coordiné el primer proyecto del genoma que se hizo en España, el del melón, que costó cuatro millones de euros. Nos permitió ponernos en primera línea a nivel internacional. Ahora estamos perdiendo ese liderazgo. Yo creo que con 700 millones se puede hacer que este país abandone la pobreza en el plano científico. Tenemos gente muy buena. Hay que reformar muchas cosas. Necesitamos un sistema más eficiente, que tenga claras las prioridades, con una estrategia dirigida. Tenemos que traer gente joven, se nos están yendo. Vuelven aquí y se vuelven a marchar. Y fichar también a gente internacional. Yo utilizaría los 700 millones para crear un fondo que contratara a investigadores jóvenes. Es nuestra mayor urgencia.

Marta García Fernández