Irán acaba de comenzar a aplicar los acuerdos que anunció con la comunidad internacional de dejar de enriquecer uranio. En concreto, la Agencia para la Energía Atómica iraní ha anunciado que detiene sus centrifugadoras. El término suena a lavadora y lo cierto es que tiene el mismo funcionamiento básico que éstas: un recipiente que da vueltas a gran velocidad para separar dos elementos que están mezclados. En un caso se trata de ropa y agua, y en el otro, de dos tipos de uranio.

El catedrático de Física Atómica, Molecular y Nuclear de la Universidad de Sevilla Manuel Lozano Leyva explica a QUO que «el uranio que se encuentra en las minas no vale por sí mismo para el uso nuclear». «Lo que se obtiene de la Tierra es una mezcla sólida de dos tipos de uranio: el 235 y el 238», continúa, «pero sólo el primero sirve para fabricar combustibles y bombas».

Además, la proporción en la que ambos tipos de uranio se encuentran en la naturaleza es muy poco ventajosa también: «De media, lo que tenemos es una concentración del 99,3% de 238 y solamente un 0,7% del tipo 235». Así que hay separar uno de otro de algún modo.

La técnica más habitual, que es la que estaba empleando Irán, es la de centrifugado: «Primero se pasa todo el uranio a modo gaseoso (se convierte en hexafloruro de uranio mediante un proceso químico) y se mete en una centrifugadora. Ahí es donde el uranio 238, más pesado, comienza a girar en la periferia, al tiempo que el 235, más ligero, queda más al centro». Y es entonces cuando se captura el que se busca: el 235.

Distintos tipos de uso

El catedrático explica a QUO que «para fabricar bombas se necesita una concentración de prácticamente el 100% de uranio 235». Y eso lleva «mucho tiempo, muchas centrifugadoras trabajando a la vez y una tecnología medianamente avanzada». Por eso «es algo que solamente puede lograr un gobierno con todas sus instalaciones en marcha; ni siquiera una multinacional», detalla. Esa necesidad de tecnología desarrollada es la que hace pensar a Lozano Leyva que Corea del Norte no debe ser un peligro real en cuanto a bombas atómicas.

Para otros usos, como son poner combustible para una central nuclear, basta con que la concentración sea de entre el 3 y el 5%; y si se trata de mover un submarino –»aunque no se conocen los detalles técnicos de los motores, lógicamente»–, el uranio 235 debe tener una pureza del 50% aproximadamente.

Redacción QUO