En los dos polos de Mercurio hay hielo de agua. Tanto, que si cubriéramos con él toda la ciudad de Sevilla, tendríamos una capa de más de tres kilómetros de altura. Es el equivalente español a la explicación que diera ayer, utilizando como referencia Washington DC, David Lawrence, el primer autor de uno de los tres artículos que explican el hallazgo en la versión electrónica de Science Express.

La sospecha había surgido ya en la década de 1970, con el descubrimiento de brillantes manchas en la superficie del planeta en la misión Mariner 10. La confirmación nos la ha ofrecido la sonda MESSENGER, de la NASA, que lleva desde marzo de 2011 enviando datos e imágenes desde la órbita de Mercurio. La primera prueba, manifestada en el artículo de Lawrence, es que el hielo aparece en dos presentaciones: al aire libre, en las zonas más frías, y cubierto de un material oscuro y aislante en otros puntos. Esa cubierta alcanza entre 10 y 20 centímetros de espesor y tapa depósitos de agua helada aún más altos.

Para deducir la naturaleza del hielo, la sonda MESSENGER ha proporcionado datos de la masa molecular de sus componentes en los que se aprecia que la cantidad de hidrógeno se corresponde con la del agua casi pura.

Otro indicio que apoya esta confirmación es que los depósitos se hayan en zonas en sombra. Mercurio es el planeta más cercano a nuestro Sol, por lo que el hielo sólo puede existir donde no lleguen los rayos de éste. Las posibilidades quedan así reducida a los polos, ya que el eje del planeta es prácticamente paralelo al de la estrella. Y ahora sabemos que el hielo está doblemente protegido, porque se esconde en el fondo de profundos cráteres de impacto.

A esta conclusión se ha llegado gracias a las mediciones del Altímetro Láser de Mercurio, un instrumento de la MESSENGER que emite pulsos de láser contra la superficie del planeta para elaborar un mapa de su topografía a partir de la forma en que se reflejan. El análisis de sus datos es el objeto del segundo artículo de Science Express, firmado por Gregory Neumann del Goddard Flight Center de la NASA.

El tercer estudio, dirigido por David Paige, de la Universidad de California en Los Angeles, se centra en el material oscuro que recubre el hielo. Abre la posibilidad de que se trate de compuestos orgánicos que, al igual que el agua, habrían llegado a Mercurio a bordo de cometas o asteroides que impactaron contra su superficie.

Este extremo deberá ser confirmado por futuras investigaciones, así como la eventualidad de que el planeta albergue depósitos de agua líquida y de que esta contenga los compuestos orgánicos, según apuntaba Sean Solomon, principal investigador de la misión MESSENGER. Un escenario semejante sentaría las bases para un hipotético desarrollo de formas de vida.

Pilar Gil Villar