El séptimo planeta por su distancia al Sol no goza del glamour de vecinos más cercanos y conocidos, como Marte o Venus. Pero una nueva técnica de fotografía de alta resolución en infrarrojos puede abrirle las puertas hacia el interés del gran público.

Gracias a ella, se logrado observar el rostro del gigante helado con un grado de nitidez desconocido hasta ahora y se han descubierto rasgos que han dejado perplejos a los científicos. Los más curiosos: un enjambre de fenómenos nubosos en continua actividad en el Polo Norte, una banda ondulada de nubes al sur del Ecuador y una frenética actividad atmosférica.

La agitación del polo norte ofrece la apariencia de un puñado de palomitas de maíz, y la única hipótesis planteada para explicarla supone que el metano, principal componente de la atmósfera de Urano, debería estar siendo impulsado hacia esa zona por corrientes de viento. Al llegar a ella, daría lugar al fenómeno. Larry Sromovsky, director del estudio que ha obtenido las imágenes, destaca además que “se trata de una situación muy asimétrica. Desde luego existe una gran diferencia entre lo que ocurre en cada una de las dos zonas polares”. El polo sur se caracteriza por un vórtice rodeado por nubes muy similares a las que circundan el ojo de los huracanes terrestres.

Sromovsky y sus colegas aún no han encontrado una explicación a la banda ondulada, y tampoco hallan una causa lógica para que algunos frentes tormentosos, menos violentos que los nuestros, permanezcan en determinadas latitudes con enormes variaciones en su actividad, mientras otros se desplazan hacia el Ecuador del planeta cambiando de tamaño y forma. Todo ello con temperaturas de -217º C en la parte más alta de las nubes y vientos alcancen los 900 km/h.

Dado que no se conoce ninguna fuente interna del energía en el planeta, lo más lógico sería pensar que la actividad está impulsada por la que llega del sol. “Sin embargo, el sol allí es 900 veces más debil que en la Tierra, porque está 30 veces más alejado de él, y por eso la intensidad de la energía solar no es la misma” explica Sromovsky. “Por tanto, la atmósfera de Urano debe trabajar como una máquina muy eficiente, con muy poca disipación”. Y esto tampoco coincide con las variaciones climáticas que muestran las fotografías.

Habrá que esperar pues a obtener nuevos datos que ayuden a esclarecer estos enigmas. De momento, grabaremos en nuestra memoria las imágenes tomadas con el telescopio Keck II tomadas en dos noches excepcionalmente buenas para la observación desde la cima del volcán dormido Mauna Kea (Hawaii).

Pilar Gil Villar