Aunque resulte difícil de creer, hay un mercado para estas cáscaras leñosas, aunque las que tiramos al suelo no son precisamente una mina de oro. Hace dos o tres décadas, las cáscaras eran desechadas o quemadas, dice Bob Parker, vicepresidente de la Golden Peanut Company de Georgia, una de las mayores empresas de cacahuetes de Estados Unidos (algunas firmas de aperitivos, como Planters, no pelan sus propios cacahuetes, sino que los adquieren a organizaciones como Golden Peanut).

Pero la conciencia medioambiental y los costes de eliminación forzaron a las compañías a encontrar nuevos modos de deshacerse de las montañas de cáscaras, que el año pasado alcanzaron en ese país un total de 340.000 toneladas.

Recogiendo cáscaras

Normalmente, las cáscaras son trituradas y vendidas como fibra a granel para alimentar al ganado, o como suelos absorbentes para los corrales. Golden Peanuts las tritura hasta convertirlas en polvo, mezclándolas con insecticida o vendiéndolas como relleno para ladrillos. Otras son enviadas a Europa como biomasa, una idea que ya está siendo explorada en Estados Unidos.

Golden Peanut no quiere desvelar cuánto ingresa por las cáscaras, pero, comparado con el del contenido, su valor comercial es insignificante. La venta apenas cubre los gastos que generarían deshaciéndose de ellas.

Redacción QUO