Hay que escuchar muy, muy de cerca, pero sí, las células emiten una sinfonía de sonidos. Aunque no van a ganar nunca un Grammy por ello, los diversos pitidos producidos por las células están ofreciendo a los científicos una visión interna de su funcionamiento biomecánico, algo que podría utilizarse incluso para detectar el cáncer.

Investigadores de la Universidad de California, en Los Ángeles, estudiaron las células de la levadura de cerveza, y descubrieron que sus paredes celulares vibraban a un ritmo de 1.000 pulsaciones por segundo. Unos movimientos demasiado leves para ser captados en vídeo, pero que, transformados en sonido, crean lo que los científicos han descrito como un sonido de alta frecuencia (que equivale aproximadamente a dos octavas por encima de la nota media Do en un piano, aunque no pueden ser percibidos a oído desnudo.)

«Creo que si lo oyes durante demasiado tiempo, puedes volverte loco», asegura el biólogo Andrew Pelling desde la Escuela Universitaria de Londres. También sugiere que los motores moleculares que transportan las proteínas por el interior de una célula son los causantes de la vibración de sus paredes.

¿Pueden aprender algo los científicos del ruido de las células humanas?

Parece que es algo más difícil obtener sonidos de una célula humana que de la levadura de cerveza. Por el momento, los científicos aún no han observado sonidos en las células mamarias, en parte debido a que las células animales poseen membranas cuya ondulación dificulta las vibraciones, al contrario que las rígidas paredes celulares de la levadura o las plantas. Pero las células humanas «se quejan» cuando reciben luz, y el fenómeno podría ser sorprendentemente útil para la ciencia, en especial para la investigación sobre el cáncer.

Cuando Richard Snook y Peter Gardner, biólogos de la Universidad de Manchester, bombardearon células de próstata humana con rayos infrarrojos, los micrófonos detectaron miles de notas simultáneas generadas por las células. El análisis estadístico de estos sonidos, creados por células que, calentadas y enfriadas con rapidez, provocan vibraciones en las moléculas del aire, permitió a Snook y Gardner diferenciar entre células normales y células cancerígenas. «Las diferencias entre una célula sana y otra cancerígena es la que hay entre dos grandes orquestas interpretando a la vez, solo que en la orquesta cancerígena la tuba desafina horriblemente», afirma Gardner.

Gardner está perfeccionando la técnica para conseguir reemplazar los actuales test de detección prebiótica de cáncer de próstata que son poco fiables.

Redacción QUO