Pero tras ese rasgo aparentemente tranquilizador se escondía una criatura que practicaba el canibalismo. Parece atroz, pero si lo pensamos, veremos que no carece de sentido. La carne de homínido les facilitaba un aporte nutritivo excepcional en una época en la que cazar animales era una actividad tan peligrosa que podía costarles la vida a estos primitivos pobladores de la Península Ibérica. Por eso, no resulta extraño que no desperdiciaran la ocasión de devorar a un miembro de otra tribu cuando caía en sus manos. A fin de cuentas, la carne siempre es carne y, gracias a ella, este grupo humano salió adelante y evolucionó hasta convertirse en el antecedente directo de Homo heidelbergensis.

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Redacción QUO