De hecho, su cuerpo era tan peludo como el de cualquier primate, sus extremidades tenían proporciones simiescas y su rostro mostraba todavía unas facetas claramente animales. Muchos autores piensan que carroñeaban, es decir, que no eran aún tan listos como para cazar con unas mínimas garantías de salir ilesos. Pero fueron lo suficientemente hábiles como para tallar unas piedras afiladas con las que espantaban y herían a los buitres y hienas que les disputaban los cadáveres, y que también les permitían descarnar a sus presas.

Redacción QUO