Y entonces surgió el primer dinosaurio articulado. “Pensamos que no íbamos a encontrar jamás nada igual”, asegura Ortega, “pero entonces aparecieron esqueletos de cocodrilos casi completos, y ahí dijimos: ‘¡Vaya descubrimiento, señores!’ Hasta el momento no había dinosaurios articulados en Europa. También descubrimos bichos que aún no tenemos idea de cómo eran. Los hallazgos, en este caso, incrementan en algo la variedad conocida, y al mismo tiempo aumentan enormemente la calidad de la información”. Como hueso, no puedo evitar una gran admiración hacia los paleontólogos. Me parece mágica su capacidad para reconstruir un animal de 30 metros y varias toneladas a partir de un solo fragmento óseo. Pero la anatomía de los grandes reptiles no es ningún secreto para estos científicos, y una pieza les basta, a menudo, para reconstruir el puzle de la Paleontología. Estos expertos sabían, por ejemplo, que esta zona estuvo habitada por cocodrilos. Previamente hallaron una mandíbula, cuyos dientes les permitieron diferenciarla de otras especies. Y en Lo Hueco encontraron 20 cráneos que corroboraron sus teorías. El nivel donde los paleontólgos encontraron nuestros huesos es en el que vivían, también, tiranosaurios y tricerátops. Pero no se habían hallado, hasta ahora, restos de ellos. Ahora, las cosas han cambiado.

Lo que la tierra oculta
En España aún queda mucho por descubrir. Francisco Ortega asegura: “En di­no­saurios estamos por debajo del 10%”. Igual pasa con vegetales, insectos… Hoy, los “cro­mos” más difíciles son los de di­nosau­rios con placas y de reptiles volado­res. Y los períodos con menos información, de hace 230 millones de años hasta hace 150. Los especialistas aseguran que las zonas más “ca­lientes” para ha­cer descubrimientos son Cantabria, Alicante y Guadalajara.

Redacción QUO