Hay una pequeña cantidad de agua en el interior de cada grano de maíz, y si lo calentamos a unos 100ºC, el agua herviría, se convertiría en vapor a alta presión, y haría estallar el grano. Al menos, esto es lo que sucede en un horno microondas. Pero en órbita, las cosas no son tan simples. En primer lugar, el frío vacío del espacio absorbería todo el agua del grano antes de que este pudiera estallar. Así que caería, pero no reventaría.

Pero imaginemos que hemos ideado un nuevo método para conservar el agua del grano de maíz. ¿Qué pasaría? Depende. Todo lo que se precipita en la atmósfera posee lo que definiríamos como velocidad terminal. Es la velocidad a la que la fuerza ascendente de la resistencia del aire se iguala con la fuerza descendente de la gravedad. Un objeto en caída, como un paracaidista, acelera hasta alcanzar la velocidad terminal. Si una lanzadera espacial arranca en el vacío inerte del espacio, puede alcanzar una velocidad superior a la de su atmósfera, la fricción ralentiza. Esta fricción genera calor – unos 1.650 ºC- en el caso de la lanzadera espacial. La temperatura dependerá de la velocidad del objeto y de su tamaño, su forma y su masa.

Si un astronauta soltara un grano de maíz desde una lanzadera espacial desplazándose a 27.000 km/h, ¿alcanzaría el grano temperaturas suficientemente calientes para reventar al entrar en la atmósfera? «Es posible», dice Kenneth Libbrecht, profesor de física en el Insituto de Tecnología de California, pero no puede hacer cálculos exactos, porque nadie hasta ahora ha medido la cantidad de fricción generada por un grano de maíz en el aire. «Por supuesto, la otra posibilidad es que se calentara demasiado aprisa, y la cáscara se quemara antes de que el grano tuviera la oportunidad de estallar», dice Libbrecht. Así que, al menos por el momento, no hay forma de saberlo.

Nota para los astronautas de la estación espacial: por favor, soltad una bolsa de palomitas.

Redacción QUO