Nunca ha sucedido, y la NASA confía en que nunca suceda. Pero, por si acaso, los astronautas no suelen flotar libremente en el espacio. En el exterior de la Estación Espacial Internacional (ISS), siempre permanecen anclados a la nave con un amarre de acero dotado de una fuerza de tracción de 499 kg. Si el paseo espacial es de dos personas, a menudo van amarradas entre sí.

Si los amarres fallaran, los astronautas tienen un asombroso plan B: ¡Cinturones cohete! Cada uno de ellos lleva un SAFER (Ayuda simplificada para actividades extravehiculares de rescate), una mochila dotada de un sistema de eyección de nitrógeno incorporado que puede redirigirlo de nuevo a la estación.

Evidentemente, el SAFER solo es operativo si el astronauta está consciente. Pero, ¿y si recibe un golpe en la cabeza, se desprende el amarre y no puede accionar la mochila? «Se puede y se debe poner en marcha un plan de rescate por parte del segundo astronauta u otros miembros de la tripulación», dice Michael Curie, portavoz de operaciones espaciales de la NASA. No especula sobre los pasos concretos que debe seguir el equipo de rescate, porque dependería de las circunstancias, pero añade: «Estamos realmente satisfechos con la combinación amarre-SAFER».

Jim Oberg, un periodista sobre temas espaciales que trabajó en el centro de control de la lanzadera espacial durante 22 años, y está especializado en acoplamientos orbitales, sopesa las opciones de rescate. El brazo robótico de la estación, explica, no suele estar al alcance del astronauta, y se mueve demasiado despacio como para remolcar a alguien. Los vehículos Soyuz necesitan un día entero para ponerse en marcha y desacoplarse, para entonces, los filtros de dióxido de carbono que hay en el interior del traje se habrían agotado, y el astronauta habrá muerto asfixiado. Y el ISS no puede redireccionar su cohete de posicionamiento con la suficiente rapidez como para atrapar al astronauta.

En el peor de los casos, la única opción de rescate, según Oberg, es que un segundo astronauta una los extremos de varios amarres, los fije a la estación y utilice su SAFER para llegar al encuentro de su compañero y conducirlo de nuevo hasta la nave. «Ciertas condiciones podrían facilitar el rescate», continúa. Si un astronauta flotase más o menos en ángulo recto a la órbita de la nave, las leyes de la dinámica orbital (demasiado complejas para explicarlas aquí) harían que volviese a la estación al cabo de una hora.

Redacción QUO