Los cálculos más antiguos sobre los ciclos de la Luna, y posiblemente Marte y Venus, realizados por en la civilización maya, acaban de ser descubiertos en los yacimientos de Xultún (Guatemala). No están escritos en un libro, sino en la pared de una casa que, según los investigadores, era usada por el autor a modo de pizarra, en la que incluso aparecen lo que podrían ser “correcciones” en rojo sobre las cifras escritas en color negro. Es la primera muestra de arte maya en unos muros domésticos.

En capas de pintura más antiguas también aparecen figuras humanas de vivos colores. La presencia de un rey sentado adornado con plumas azules hace pensar en un parentesco de los habitantes con la familia real, y el retrato de otro hombre con una pluma en la mano podría representar al autor de los dibujos y jeroglíficos como un escriba que desarrollaba su trabajo en los muros del hogar. Esta casa corresponde al final del período clásico maya (años 200 a 900 d.C.).

Los cálculos de los calendarios astronómicos se expresan en rayas y puntos que simbolizan cifras, muy similares a los encontrados en el Códice de Dresde (1.100 -1.200) , considerado hasta ahora el ejemplo más antiguo de este tipo de jeroglíficos y ya escrito en papiro.

El estudio de este nuevo hallazgo, publicado en Science y National Geographic, ha sido llevado a cabo por un equipo dirigido por el arqueólogo de la Universidad de Boston (EEUU) William Saturno. Sus autores sugieren que la finalidad del escriba al intentar determinar los movimientos de los astros era hacer coincidir sus momentos más significativos con rituales de la comunidad, una costumbre reflejada en documentos posteriores. Algunas de las cifras parecen corresponder a las fases de la luna y otras hacerlas coincidir con el calendario solar, quizá para predecir eclipses. Otras reflejan fechas importantes para los mayas que llegan a abarcar hasta 7.000 años a partir de aquel momento.

William Saturno divisa una particular visión del mundo tras los jeroglíficos: “Los antiguos mayas predijeron que el mundo continuaría, que 7.000 años después, las cosas seguirían exactamente igual. Nosotros buscamos finales permanentemente, pero los mayas buscaban una garantía de que nada iba a cambiar. Es una mentalidad completamente distinta”.

Pilar Gil Villar