Su inventor, Clarence Birdseye, empezó trabajando como comerciante de pieles en la península del Labrador. Allí comprobó que, cuando los esquimales capturaban un pescado, lo ponían sobre un trozo de hielo, y este, expuesto al viento, se congelaba de inmediato. De esta experiencia nació la congelación ultrarrápida, que patentó en 1924 como “preparación de productos de la pesca”.

Redacción QUO