Por lo general, todos coincidimos en que la comida es buena, no solo es esencial para nuestro cuerpo, también estimula nuestros sentidos, nos genera nuevas memorias y, para qué negarlo, nos produce placer. No es extraño entonces, que los animales hayan desarrollado importante sistemas fisiológicos para detectar, procesar y luego regresar por más.

Ahora, una investigación realizada en ratones, revela la existencia de células cerebrales que tienen el efecto contrario: frenan el impulso de comer de un animal. El estudio, publicado en Neuron, demuestra que estas células también desempeñan un papel en la regulación de la memoria, y son parte de un circuito cerebral más complejo responsable de promover una alimentación equilibrada.

Históricamente, los científicos concebían la alimentación como un proceso visceral e instintivo: un animal huele o ve un bocado atractivo y, sin dudarlo, se lo come. Sin embargo, esa imagen está cambiando y se comienzan a comprender los procesos mentales involucrados en el consumo o rechazo de un alimento.

Un equipo de expertos, liderados por Estefania Azevedo, recientemente identificó un grupo de células del hipocampo, conocidas como neuronas hD2R, que se activan cada vez que se alimenta a un ratón. También encontraron que cuando estas neuronas eran estimuladas, los ratones comían menos y si se las bloqueaba, comían más. En resumen, las neuronas hD2R responden a la presencia de alimentos al disuadir a los animales de comerlos.

Para el equipo de Azevedo, aunque los animales generalmente se benefician de la comida, en algunos casos es útil ejercer la moderación. Por ejemplo, si un animal ha comido recientemente, entonces buscar otra comida es innecesario y riesgoso, ya que lo expone nuevamente a depredadores. Así, este grupo de neuronas ayudan a los animales a dejar de alimentarse cuando ya no les corresponde.

Otro aspecto importante es el vinculo entre comida y memoria. En la naturaleza, es determinante recordar dónde encontrar comida: cuando un animal encuentra sustento en un lugar particular, establece una conexión mental entre el lugar y la comida. Para probar cómo las células hD2R podrían afectar estas conexiones, Azevedo estimuló estas neuronas mientras los ratones deambulaban por un entorno lleno de comida. El estímulo hizo que los ratones se inclinaran menos a regresar al área en la que se encontraba la comida previamente, lo que sugiere que la activación de hDR2, disminuye los recuerdos relacionados con la comida.

Los hallazgos sugieren que el cerebro tiene mecanismos elaborados para afinar el apetito: mientras algunos sistemas ayudan a un animal a recordar y encontrar alimentos, otros restringen la ingesta de los mismos.

Juan Scaliter