Del mismo modo que los médicos obtienen imágines de sus pacientes con tomografías, los sismólogos utilizan las ondas generadas por los terremotos para escanear el interior de nuestro planeta. Las imágenes obtenidas de este modo nos han ayudado a señalar los orígenes de las islas volcánicas como Hawai e identificar las zonas de origen de los terremotos.

“Imaginemos a un radiólogo obligado a trabajar con un escáner CAT al que le faltan dos tercios de los sensores necesarios – explica Frederik Simons, líder del estudio, en un comunicado –. Dos tercios es la fracción de la Tierra que está cubierta por océanos y, por lo tanto, carece de estaciones de grabación sísmica. Tal es la situación que enfrentan los sismólogos que intentan mejorar sus imágenes del interior de nuestro planeta”.

Hace unos 15 años, Simons decidió remediar esta situación construyendo un robot submarino (apodado MERMAIDs, sirena en inglés, por las siglas de Grabación móvil de terremotos en áreas marinas por buceadores independientes). Estas “sirenas” están equipadas con un hidrófono: un micrófono subacuático que puede captar los sonidos de terremotos distantes que envían ondas de energía acústica a través de fondo marino.

El equipo de Simons descubrió que los volcanes en Galápagos son alimentados por una fuente de 1.900 km de profundidad, a través de un conducto estrecho que envía roca caliente a la superficie. Los robots MERMAID se desplazan normalmente a una profundidad de 1.500 metros, moviéndose a una velocidad de entre 3 y 5 km/h al día. Cuando uno detecta un posible terremoto, sube a la superficie, algo que generalmente le toma unos 95 minutos, para determinar su posición con el GPS y transmitir los datos sísmicos.

Al dejar que sus nueve robots flotaran libremente durante dos años, los científicos crearon una red artificial de sismómetros oceánicos que podrían llenar una de las áreas en blanco en el mapa geológico global, donde no hay información sísmica disponible. En breve el número de “sirenas”, se ampliará a unas 50 que analizarán el Océano Pacífico. Los resultados se han publicado en Scientific Reports.

Juan Scaliter