Los polluelos de pingüino emperador (Aptenodytes forsteri) nacen en uno de los lugares más inhóspitos de la Tierra: la helada Antártida. La infancia de estas aves se extiende unos cinco meses, mucho tiempo en este entorno duro, sobre todo teniendo en cuenta que sus padres, anteriormente cariñosos, dejan que los polluelos se valgan por sí mismos.

Ahora, una nueva investigación realizada por expertos del Instituto Oceanográfico Woods Hole (WHOI), liderados por Sara Labrousse revela los comportamientos previamente desconocidos de los pingüinos emperadores juveniles en sus primeros meses críticos, cuando abandonan su colonia de nacimiento y aprenden primero a nadar, a bucear y a encontrar comida. El estudio, publicado en Marine Ecology Progress Series, también destaca la conexión única entre los comportamientos de buceo juvenil y una capa del océano, conocida como la termoclina, donde las aguas superficiales más cálidas se encuentran con aguas más frías y profundas y donde sus presas probablemente se reúnen en grupos .

«Este estudio – señala Labrousse en un comunicado – proporciona información sobre una parte importante, pero poco conocida, de su ciclo de vida, que es esencial para poder predecir mejor la respuesta de la especie al cambio climático”.

El equipo de Labrousse etiquetó a 15 pingüinos juveniles antes de que los animales abandonaran su colonia y registraron los movimientos de los pingüinos y los datos de buceo y ubicación transmitidos por satélite. En total se registraron más de 62.000 inmersiones.

Los datos revelaron que los pingüinos se movieron inicialmente hacia el norte para alcanzar áreas de aguas abiertas y más cálidas.

“Esto ocurre esencialmente están aprendiendo a nadar – añade Labrousse –. Eso no es algo que sus padres les enseñen. Cuando entran al agua por primera vez, son muy torpes e inseguros de sí mismos. No son los nadadores rápidos y elegantes que serán de mayores”.

Una vez que los pingüinos emperadores juveniles adquirieron más experiencia en el buceo, se dirigieron al sur y entraron en la zona de hielo marino donde pasaron los meses de invierno haciendo inmersiones más profundas.

«Eso fue algo que nos sorprendió porque antes no sabíamos cuánto tiempo se quedaban en el hielo marino – concluye Labrousse –. Resulta que pasan la mayor parte del invierno buceando bajo el hielo marino. El siguiente paso en esta investigación será utilizar etiquetas que puedan registrar toda la vida de los pingüinos. Eso nos daría datos sobre sus tasas de supervivencia, algo que no tenemos en este estudio”.

Juan Scaliter