A veces la ciencia une a los compañeros de viaje más extraños. Este es uno de esos casos. Bridgett vonHoldt, especialista perros y lobos, recibió la invitación de Tom Smith, quien ha estudiado pinzones durante décadas (más específicamente, los pinzones de vientre negro o Pyrenestes ostrinus) para intentar resolver una incógnita de décadas.

Smith ha pasado años investigando por qué algunos de estos pinzones tienen picos pequeños mientras que otros los tienen notoriamente más grandes, sin que esa diferencia genere ninguna preferencia particular por parte de las hembras. Si bien existen diferencias en la dieta de ambos, vinculada a la dureza de las semillas de las que se alimentan, poco más se sabe de este dilema de tamaño. Para profundizar aún más, Smith, estableció una colonia de cría de estos pinzones en su laboratorio y el resultado fue sorprendente y elegantemente simple: la genética mendeliana. El pico más grande era el rasgo dominante, por lo que los progenitores con picos pequeños, solo podían tener descendientes con picos pequeños, pero si uno de ellos tenía el pico grande, sus descendientes heredarían, en una proporción 3 a 1, un tamaño mayor.

¿Pero qué gen era responsable de esto? Para ello Smith convocó a vonHoldt, quien comparó los genes de las aves de pico grande con las de sus contrapartes de pico más pequeño y encontró un tramo de ADN, 300.000 pares de bases, que siempre variaba entre ambas. Y justo en el centro se encontraba el gen IGF-1, un conocido para vonHoldt.

“En los perros, este es un gen gigante, literal y figurativamente – explica vonHoldt – . Es un gen del factor de crecimiento. En los perros, si cambiamos la forma en que se expresa, podemos convertir a un perro de tamaño normal en un perro enano, del tamaño de una taza de té”.

El gen puede afectar un rasgo específico o un animal entero, dependiendo de dónde esté ubicado en el genoma y cuando se exprese.

“Si este gen se expresa más, se espera un rasgo más grande: un cuerpo, un pie, una oreja más grande, lo que sea que esté controlando. Es fácil imaginar que con un pequeño cambio en este gen, los rasgos podrían cambiar muy fácilmente de tamaño. Sospechamos que eso es lo que está ocurriendo con los pinzones”.

Los resultados se han publicado en Nature Communications.

Juan Scaliter