Los diplodocus eran criaturas enormes. Podían medir hasta treinta metros de largo y pesar casi veinte toneladas. Hasta la fecha se han encontrado diversos restos correspondientes a un centenar de ejemplares. Pero la piezas más esquivas de su anatomía son los cráneos, ya que solo se han encontrado ocho.

Y el más llamativo de todos es el perteneciente a un ejemplar bautizado como Andrew. Fue encontrado en el año 2010 en Montana pero, ahora, acaban de publicarse en Scientific Report los resultados de su estudio más completo.

El cráneo perteneció a una cría y mide tan solo 4 centímetros, cuando los de los ejemplares adultos son el doble de grandes. Los investigadores han descubierto también que Andrew tenía más dientes que los adultos, y con una forma diferente. Este hallazgo sugiere que las crías de esta especie se alimentaban con una variedad más amplia de plantas, lo que favorecía su desarrollo.

También se ha observado que su mandíbula es más redondeada que la de los adultos. Lo que indica que probablemente los ejemplares jóvenes vivían y se alimentaban en los bosques, mientras que los adultos se movían en espacios abiertas. Según los investigadores, resguardarse en los bosques era una estrategia que ayudaba a las cías a garantizar su supervivencia.

Vicente Fernández López