Helmut Friedrich Lachenmann nació en Stuttgart (Alemania) en 1935. Es un afamado compositor y pianista que ha recibido en 2011 el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento 2010.

Hay quien dice que es usted un músico de izquierdas, ¿en qué se puede notar la tendencia política de un compositor?

Parte de la prensa anglosajona algunos me llamaban compositor de izquierdas; probablemente entendieron mal las técnicas de “extended play” de mi música; ellos las interpretaron como una crítica subversiva contra la belleza estándar de la sociedad burguesa, en recuerdo del filósofo Theodor Adorno que dijo después del Holocausto que ya no hay permiso para cantar.

Todo esto es ridículo. A mí me interesa la música que abre nuestros oídos y nuestros horizontes.

Una de las premisas de mucha de la música contemporánea es que no se atiene a las normas básicas y clásicas de armonía. O sea que la música pop y rock va de vanguardista y resulta que es de lo más retrógrado en ese aspecto (porque sí se atiene en gran medida), ¿no?

No tengo problema con el pop, el rock, el jazz o con las músicas de fuera de Europa. Me encantaría si me consiguieran enseñarme nuevas energías creativas y nuevas situaciones expresivas. Toda la música auténtica, incluso toda pieza bella encontrará su propio papel. No me gusta la palabra vanguardia o muy de vanguardia. Las llamadas normas de armonía clásica y básica son buenas para los músicos conservadores. Los grandes compositores nunca se atuvieron a ellas, sino que las encontraron y las cambiaron.

Por eso la música de Bach es otro mundo diferente al de la música de Ravel.

Además de compositor, usted es profesor de composición. ¿Cómo se puede enseñar a alguien a crear? En gran medida la capacidad de imaginar e inventar es innata, ¿no? ¿Qué enseña usted?

H. L.: Componer música no se puede aprender. Puede que seas capaz de aprender a conducir, pero no a componer música. Un joven compositor tiene que inventar su propio vehículo y recorrer su propia calle. Eso es lo que tiene que entender y aprender. Todos los buenos compositores han sido autodidactas. Como profesor yo solamente soy algo así como un ayudante y “sparring”, que da acceso a compositores clásicos y contemporáneos, que discute las experiencias ascé,ticas y prácticas, a veces criticando, otras alentando, a veces aprendiendo yo mismo. De todos modos, enseñar es un trabajo duro pero bonito porque es imposible.

Usted hace una distinción entre la música de entretenimiento y la música como arte. Dos preguntas al respecto: ¿cuál es la diferencia entre ambas? ¿El pop, el rock y el jazz a qué tipo pertenecen?

Cuando estás fregando los platos, conduciendo o hablando con tus amigos, y a la vez estás escuchando ya sea a Beethoven o a los Beatles, eso es música para entretenerse. Es música con la que trabajar, hablar, soñar, bailar, amar o lo que sea. Eso es música para entretenerse, da igual qué género sea.

Cuando te concentras en escuchar cuidadosamente, siguiendo los detalles y observando de verdad qué ocurre en cada detalle de cada pieza, sintiendo la intensidad y la riqueza de la expresión…La música que merece la pena ser oída de este modo, eso es lo que yo llamo arte.

¿Damos por supuesto que la música sinfónica es toda artística?

La música sinfónica, el pop, la música comercial, si no es auténtica, si es solo un cementerio de clichés estándar es prescindible, y podría incluso llamarse arte, pero a mí no me produce interés.

Redacción QUO