Hoy corren otros tiempos: es el día habitual de la mujer trabajadora. Nada diferencia ayer de mañana ni mañana de hoy, aunque aún queden gestos que pulir en nuestra sociedad. Pero hubo otro tiempo, algo más oscuro, gris y en el que las actitudes de la mujer no estaban en la mente de nadie como algo digno de mención. En esos tiempos vivió Hipatia de Alejandría, la primera mujer científica de la historia que dedicó su vida a la filosofía, las matemáticas, la astronomía, la física y la lógica.

Hoy, además del día de la mujer trabajadora, se cumplen 1650 años del cruel asesinato de Hipatia de Alejandría. Vivió en el año 350 d.C. en el seno de tres culturas distintas: la griega, la romana y la egipcia. De la griega, heredó su educación y su cultura. La romana era adquirida ya que por aquel entonces la ciudad del delta del Nilo pertenecía a su imperio y la egipcia, por la situación de Alejandría. A pesar de los tiempos que corrían y gracias a su padre, Teón de Alejandría, quién siempre vigiló de cerca su educación (decía que quería crear el «ser humano perfecto» –el ideal griego–) se convirtió en lo que conocemos hoy: la primera mujer científica de la historia que dedicó su vida por completo a la ciencia y al estudio de la astronomía, las matemáticas y otras disciplinas.

A pesar de su documentada belleza, Hipatia se mantuvo soltera hasta su muerte, apartando de su vida su lado más femenino. Aseguraba que para ella era mucho más importante cultivar su mente que dedicarse a las tareas que se le asignabaa su género. Quedaba muy distante la personalidad de nuestra erudita griega de la de las mujeres de su época: agua y aceite.

Siglo IV: Una mujer del siglo XXI

Guapa, sabia e inteligente, Hipatia aspiraba a la personalidad del ideal griego: cultivar cuerpo y mente, mientras no pierde de vista el cultivo de la mente y la razón. Alternaba ejercicio y relajación con el estudio de las distintas artes que se le ofrecieron, que fueron muchas: música, artes y ciencias. Para terminar de romper el molde de la mujer de entonces, viajó también para completar sus estudios a Atenas y Roma, donde se nutrió de sus conocimientos en matemáticas, filosofía, astronomía, física y lógica.

Tras su formación, que en realidad nunca terminó (están locos estos científicos), se dedicó a la enseñanza durante más de 20 años y llegó a dirigir, entrado ya el siglo V, la Biblioteca de Alejandría. Obtuvo la cátedra de Filosofía Platónica y contribuyó a que se realizaran inventos como el aerómetro y el astrolabio.

En sus escritos, defendió con saña en aquello en lo que creía, como el heliocentrismo. En otros, nos dejó recuerdo de su sabiduría con estudios sobre el peso de los líquidos y una amplia biblioteca sobre la geometría euclidiana.

La muerte de Hipatia: El paganismo

Tras convertirse en una de las mejores científicas y filósofas de la época, Hipatia no lo tuvo fácil. Le crecieron los enanos. Por un lado, su padre ya no estaba allí para poder protegerla, por otro las envidias de incluso algunos compañeros del Museo la hacían cada vez la vida más difícil. Por último, el problema de que los cristianos identificaron en un principio la ciencia como un invento de los «brujos», lo que la convertía, en su lenguaje, en una pagana, y por desgracia… había orden de ir contra los paganos, destruir su cultura y poner como única fuente válida de sabiduría, La Biblia.

En el contexto histórico de la época, hay que recordar que desde el año 391 en Alejandría se estaba imponiendo el cristianismo, lo que dejó un perfecto caldo de cultivo para persecuciones sangrientas con triste final. Se persiguió a todos aquellos que no quisieron convertirse al cristianismo y renegar de todo lo que habían aprendido hasta entonces. Una de las que se negó fue nuestra valiente mujer de bandera: Hipatia, quién en rotundo, como no podía ser de otra forma, rechazó traicionar sus principios.

Acusada de conspiración contra el que era entonces el líder cristiano de Alejandría, fue asesinada por fanáticos religiosos de la forma más cruel posible: desnudada, violada y arrastrada por los pelos por la ciudad de Alejandría tachada de hechicera y de bruja. Tras humillarla públicamente como a María Magdalena, todo lo que fue posible y un poco más, fue asesinada por monjes parabolanos (integristas).

Hoy día es recordada como una sacerdotisa del saber. La última sabia antigua. Aunque también podría servir de icono para recordar que la igualdad está implícita en el ser humano y es tan natural e intrínseca como la libertad. Las normas pueden regularla, pero jamás hacerla que pierda su esencia, pues el igualitarismo, nada tiene que ver con lo que se pretende lograr, y que mediante discursos pro-feministas o pro-machistas de hoy hacen que la belleza de lo natural y lo obtenido «por natura» pierda su esencia entre discursos vacuos.

Adelante mujer. La cabeza primero.

Redacción QUO