Se descubrió en 1934, en la Universidad de Colonia, cuando se sometía un líquido a un ultrasonido (una onda sonora por encima de lo audible). La energía sonora lograba crear pequeñas burbujas dentro del fluido, que explotaban provocando una emisión de luz. Hasta hace pocos años no se consiguió aislar una burbuja para entender qué ocurre: se logran temperaturas de miles de grados que, al contraerse súbitamente, liberan la energía retenida en forma de luz.

Enviada por Alberto García Pérez, Murcia

Redacción QUO