Sí, pero no se nota. El sonido es una onda de presión, una onda mecánica que transporta energía comprimiendo y descomprimiendo el aire. Un gas, al comprimirse y descomprimirse, varía su temperatura (Ley de Gay-Lussac), con lo que, cuanto más ruido –más amplitud de las ondas– más varía la temperatura. Pero muy poco: para las frecuencias audibles, entre 20 Hz y 20 kHz, un ruido en el límite del dolor produce cambios de menos de 1/10.000 grados.

Javier Armentia
Astrofísico. Director del Planetario de Pamplona

Redacción QUO