¡No por favor!
Los métodos mencionados muestran un amplio espectro de fórmulas para derrotar a esos metales de borde serrado que nos alejan de nuestro ansiado elixir. Sin embargo, en la red pueden contemplarse otras técnicas menos recomendables: coge la botella y acerca cuidadosamente la chapa hacia la rueda en marcha de una bicicleta puesta boca abajo hasta que un radio la golpee y la haga saltar. Muerde la botella con tus muelas posteriores y tira de ella. Y la menos aconsejable de todas: sujeta la cerveza entre tus botas, enciende una sierra mecánica y ve aproximándola hasta que un diente agarre el borde de la chapa. Pero haz testamento antes.

Sujeta el cuello de la botella con una mano y utiliza [1] un mechero desechable de plástico (de los más normales) o [2] una memoria USB como palanca (apoyados en tu nudillo) para hacer saltar la chapa mientras aprendes tu lección de física aplicada.

Un viejo truco (con riesgo de desbordamiento): pon la cabeza de la botella en la placa de metal donde encaja la cerradura de una puerta [3], inserta la chapa en el borde interior y tira hacia atrás.

La abertura cuadrada del cierre del cinturón de seguridad [4] funciona muy bien. No lo pruebes con el coche en marcha.

Sujeta la chapa con un quitagrapas [5] y tira un poco hacia arriba, ve girando el quitagrapas y repitiendo la operación, hasta que el tapón se suelte. Del mismo modo puedes usar una lima de uñas metálica [6] o una llave [7].

Por supuesto, tu kit de emergencia para abrir cervezas puede incluir herramientas de verdad: un destornillador de punta plana [8] o un cortaalambres [9] unos alicates [10], sobre todo si son de esos de punta fina[11].

Para aquellos escasos de paciencia o de habilidad manual, hay una alternativa con fuerza bruta. Sujeta la botella entre tus muslos y tira hacia arriba del tapón con el borde de una lija metálica [12], un nivel de burbuja [13], o un dispositivo electrónico como uno de los primeros modelos de iPod Nano [14]. Y si no te importa tener un par de robustas tijeras [15] merodeando por esa delicada zona de tu anatomía…

Un anillo [16] también puede abrir una botella. (No, tío, tu alianza no: los metales blandos, como el oro, se rayan y se doblan con facilidad.) Cubre la tapa con tu dedo como si fuera un garfio, de forma que el anillo enganche la chapa, y tira hacia arriba (o hacia abajo). Puede que te duela, pero la recompensa es: cerveza.

Abre un viejo mosquetón [17], encájalo bajo la chapa y tira con fuerza hacia arriba.

Engancha el borde de la chapa en el borde de un mostrador o mueble robusto [18] (aléjate de las antigüedades, por Dios) y golpéala con la palma de la mano. Esto también funciona en una roca [19] con el borde afilado o en la hebilla de un cinturón [20], en cuyo caso tendrás que tener cuidado y mirar bien hacia dónde diriges el golpe.

Espumosa

Las burbujas de la cerveza se producen de manera natural cuando la levadura descompone el almidón de la malta y libera dióxido de carbono. A pesar de ello, muchos fabricantes le añaden un toque extra de gas a su elixir antes de embotellarlo. Cuando la escancias, la cerveza está a mayor presión que el aire y las burbujas empiezan a ascender buscando alcanzar el equilibrio entre los dos elementos. Cuando se acumulan, van formando la corona de espuma.