Es algo que los niños hacen de forma instintiva y que incluso padres y madres fomentan desde bien pequeñitos para que comencemos a darnos cuenta de que tenemos 10 dedos en las manos. Una herramienta que resulta muy útil para hacer cuentas matemáticas, pero que un día, de buenas a primeras, desaparece. Los profesores nos lo tienen dicho: ¡manos fuera, que hay que hacerlo de memoria!

Pero, ¿y si no lo hicieran tan drásticamente? Según un estudio publicado en Frontiers in Education y dirigido por el profesor de la Sheffield Hallam University en Reino Unido, Tim Jay, confirma que los juegos y ejercicios usados en clase, que implican el uso de los dedos para hacer cuentas, mejora de forma exponencial el aprendizaje en matemáticas de los jóvenes: “Los dedos proporcionan a los niños un ‘puente’ entre diferentes representaciones de números, que pueden ser verbales, escritas o simbólicas”, comenta Jay.

El estudio se realizó con 137 estudiantes de primaria de 6 y 7 años que jugaron a diferentes juegos numéricos. Entre ellos, solo un pequeño grupo recibió ejercicios que necesariamente obligaba a los niños al uso de sus dedos para dar con la solución: como dejar levantado un número concreto de dedos, presionar las yemas de los mismos (1,2,3…10) el número de segundos correspondiente a la cifra que representa o contar de 10 a 0 usando solo las manos.

Ambos grupos, los que se implicaron en dinámicas numéricas como los que jugaron únicamente con los dedos, mostraron una mejoría en matemáticas. Incluso hubo niños que participaron en los dos grupos y su confianza a la hora de afrontar problemas matemáticos mejoró de forma significativa. Eso sí, quienes no hicieron ni una cosa ni la otra y se dedicaron solo al trabajo habitual de clase, obtuvieron unos resultados peores. Por lo tanto, según apunta el profesor Tim Jay: “Combinar el entrenamiento con los dedos y los juegos con los números podría suponer una herramienta para que los profesores apoyen con mayor efectividad la comprensión numérica de los niños”.

Fuente: Eurekalert

Alberto Pascual García