Los implicados en el caso Gürtel, uno de los escándalos de corrupción más sonados de los últimos años, no se fiaban de sus móviles, y hacían bien. A Francisco Correa y al resto de implicados les obsesionaba que pudieran grabar sus conversaciones, por lo que disponían de varios números, que alternaban continuamente. Su paranoia llegó a tales extremos que en noviembre de 2008 resetearon todos los teléfonos en busca de programas troyanos de escucha, pero no los había. Tampoco detectaban ruidos extraños, propios de las escuchas. Así que se quedaron tranquilos. Pero estaban absolutamente equivocados. El espionaje que les perseguía es invisible. Hoy, los servicios de información españoles cuentan con mecanismos de vigilancia, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, que les garantizan que ninguno de sus objetivos pueda detectarlos.
Hay tres pilares básicos: el sistema de interceptación telefónica, conocido como SITEL; los satélites espías (Helios 2A y Helios 2B) y los satélites militares de telecomunicaciones (Spainsat y Xtar-eur); y el Centro de Estudios de Propagación Radioeléctrica, nombre tras el que se escuda un sistema de interceptación de las comunicaciones que estaba dirigido durante la Guerra Fría hacia el Pacto de Varsovia y que hoy sigue activo en una finca aislada de la localidad de Manzanares el Real (Madrid). SITEL es un avanzado sistema informático que permite la interceptación ágil, sin límite, indetectable y con la máxima calidad de todas las comunicaciones que tengan lugar en España.
Hasta su entrada en funcionamiento hace cuatro años, las escuchas telefónicas las autorizaba un juez, quien exigía la grabación íntegra de las conversaciones en cintas magnetofónicas, el envío de la transcripción de las partes más relevantes y la obligación de guardar la totalidad de las cintas, que debían estar siempre a su disposición hasta que ordenara su destrucción.
Tras esa orden judicial, la compañía telefónica derivaba una línea para que las fuerzas de seguridad escucharan las conversaciones del sospechoso, con frecuencia con una pésima calidad de recepción, que en muchas ocasiones exigía a la Policía acudir discretamente a la proximidad del domicilio a pinchar la línea del teléfono. Otro problema añadido, lento y complicado de resolver, era conocer la identidad de las personas que charlaban con el sospechoso.

Máxima fidelidad

Pero llegó SITEL, y se acabaron las interferencias y demás dificultades. Su funcionamiento es bien sencillo: consta de tres servidores centrales (Policía, Guardia Civil y CNI) conectados al ordenador central de la Dirección General de Telecomunicaciones, en Las Rozas (Madrid), que almacenan la información que facilitan las compañías telefónicas y que al mismo tiempo la distribuyen a los ordenadores, fijos o portátiles, de las unidades que investigan a los sospechosos. Obviamente, ya no graban en analógico en una cinta, sino en digital en la memoria de un disco duro, con la misma calidad con la que la han escuchado los participantes de la charla.
Según las Normas de Actuación para la Utilización de SITEL, distribuidas por el director adjunto operativo de la Policía el 30 de septiembre de 2009, a las que ha tenido acceso esta revista, el funcionario (policía o guardia civil) que necesite llevar a cabo una interceptación de las comunicaciones, antes de comenzarla: “Podrá obtener el nombre, apellidos, DNI y dirección correspondiente al titular de la línea”. Eso, a pesar de que El Tribunal Europeo de Derechos Humanos los considera datos personales y, por lo tanto, exige su máxima protección.
Después, con el mandamiento judicial pertinente, obtendrá con suma facilidad de cualquier compañía telefónica los datos ocultos que permitirán a SITEL acceder a la línea del sospechoso desde uno de sus servidores centrales. Por supuesto, no solo a sus llamadas, sino también a los mensajes de correo y SMS que toda compañía telefónica esta obligada a guardar durante 10 años.
El policía, o espía, sentado delante de un ordenador instalado en su puesto de trabajo, o ante un portátil que se ha llevado al lugar del seguimiento, escucha todas las conversaciones en el momento en que se están celebrando. Con una ventaja increíble para su labor: en el mismo instante, en un rincón de la pantalla le aparece una serie de datos personales tanto del dueño del número interceptado como de cualquier persona con la que esté hablando. Lo que antes eran voces desconocidas que conspiraban con el sospechoso ahora son personas identificadas instantáneamente, con nombre y dos apellidos, dirección postal, número de identificación del terminal y… calle exacta de cualquier ciudad o pueblo desde la que esté hablando.
Esta es una virtud del sistema, desde el punto de vista policial, que mejora todo lo conocido hasta el momento: la ubicación geográfica, que facilita el lugar en el que están situadas las personas que intervienen en la conversación. Porque todo aquel que lleve en uno de sus bolsillos un teléfono móvil, aunque lo tenga apagado, puede ser localizado inmediatamente.

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Una polémica muy candente

El control de los servicios de información no acaba ahí. El ciudadano investigado también ha perdido cualquier atisbo de privacidad en lo que hace referencia a la informática vinculada a la telefonía. Todas sus comunicaciones por internet (los mensajes que envía, sus compras, las páginas en las que entra…) son automáticamente grabadas y almacenadas por SITEL.

Esta capacidad sin límite de espiarnos de la Policía, la Guardia Civil y el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), ha desatado las críticas debido a la insuficiente regulación con que cuentan, que incluso ha llevado a intervenir al Defensor del Pueblo y a la Agencia de Protección de Datos.
Ignacio López, secretario general de la Confederación Española de Policía, reconoce que SITEL interviene en derechos fundamentales, como el de la intimidad, por lo que defiende que: “Debe tener una regulación legal clara”, aunque critica: “Determinadas manifestaciones que generan alarma social, pues a algunos comentarios de la oposición les ha faltado mesura”.

Miguel Ángel Gallardo, el perito informático que más ha investigado SITEL (www.cita.es/sitel), advierte del riesgo que suponen las nuevas tecnologías, que graban con alta calidad la voz y en las que es muy complicado distinguir los cortes que se pueden hacer en el montaje. “A los jueces”, dice, “les llega la transcripción en papel y un CD. Yo defiendo que se debería permitir al acusado el derecho de habeas audio, es decir, poder escuchar todas las grabaciones que se le han hecho, para evitar manipulaciones”.
Los especialistas coinciden en la necesidad de que haya una regulación legal acorde con la capacidad sin límite de las escuchas, aunque queda abierta una puerta que casi todos insinúan, pero en la que no disponen de pruebas, solo de sospechas. Es lo que llaman “la puerta de atrás”, es decir, la posibilidad de que los funcionarios de SITEL tengan la posibilidad de acceder directamente a los números telefónicos sin necesidad de que lo autorice un juez. Esas investigaciones no tienen sentido en el trabajo habitual de la Policía y de la Guardia Civil, porque necesitan que sus pruebas estén siempre amparadas por un magistrado para ser válidas. Pero en otros casos, como los de los servicios de inteligencia, la información puede tener otras muchas utilidades. Como advierte un inspector de Policía que emplea el sistema de forma cotidiana en su trabajo: “Lo que pueda hacer el CNI con SITEL no lo sabemos”.

ESPÍAS DE ALTOS VUELOS

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El Gobierno español dispone también de dos satélites con visión infrarroja: el Helios 2A, que ya lleva varios años en actividad, y el Helios 2B, cuyo lanzamiento estaba previsto para el pasado diciembre. Ambos tienen la capacidad de grabar cualquier rincón de España o de otro país. Con ellos se pueden vigilar los movimientos de un comando de ETA, o las acciones de los piratas somalíes en caso de que secuestren algún pesquero. Nuestro país cuenta, además, con otros dos satélites militares, el Spainsat y el Xtar-eur, capaces de detectar y desencriptar conversaciones telefónicas.

¡TENÍAN UN MÓVIL!

Los sistemas de interceptación de las conversaciones telefónicas son utilizados con frecuencia de una forma ilegal en asuntos de relevancia.

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Lady DI. El día anterior al de su muerte en París, la ex princesa de Gales estaba en un barco con su novio, Dodi Al-Fayed, navegando por la costa gala. Según documentos del espionaje americano, un satélite de la red Echelon grabó las conversaciones de la pareja.

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El caso Gürtelsupuso el descubrimiento de una supuesta trama de corrupción política en la que personas vinculadas al PP conseguirían altas sumas de dinero a cambio de ciertos favores. Publicado el caso, la cúpula del PP denunció que muchas de las conversaciones filtradas a la prensa procedían de las escuchas telefónicas realizadas por SITEL a los implicados.

La invasión de Irak. En 2003, el MI6 consideró que había dudas sobre la postura que mantenía el entonces presidente del Gobierno español, José María Aznar, respecto a la guerra con Irak. Así que encargó al GCHQ, su agencia para la escucha de las conversaciones por satélite, que escuchara sus conversaciones telefónicas. Algo que demuestra un viejo dicho utilizado por los servicios de inteligencia: “No hay amigos ni enemigos, solo otros servicios”.
Abdalá Tabarak está encerrado en la prisión de Guantánamo: un móvil le delató. Este escolta de Osama Bin Laden fue capturado en 2001 en Afganistán después de que realizara llamadas vía satélite con el teléfono del terrorista más buscado del mundo. Los americanos creían que habían detectado a Bin Laden, pero era Abdalá Tabarak quien usaba el celular para despistarles mientras su jefe huía.

Redacción QUO