Y cada día con métodos más sofisticados. Pero a la par que la ciencia descubre nuevos métodos para trucar imágenes, los científicos estudian novedosos sistemas para desenmascarar esas manipulaciones. Así ha surgido un ejército de especialistas de las ciencias forenses y la informática para crear una nueva disciplina: la ciencia digital. Esta se encarga de revelar qué imágenes han sido alteradas y cómo. Y con suerte, por quién. Si lo que buscas es aprender cómo se descubre si una foto ha sido retocada, dos especialistas españoles nos cuentan cómo se hace para diferenciar la realidad del truco. Y más importante aún: qué está haciendo la ciencia para atrapar a quienes se sirven de esta tecnología para convertir el arte en delito.
Es muy raro que pase más de un mes sin que se descubra una foto trucada. Uno de los casos más sonados fue la felicitación navideña que envió la Casa Real el año pasado. Un collage de al menos cuatro fotos distintas formaron una “fotografía” familiar en la cual se ve a los monarcas con sus nietos. Es fácil deducir que este montaje tiene truco. Pero hay muchas ocasiones en que no se detectan tan fácilmente y se requiere tecnología especializada para desvelarlos. Las técnicas que lo permiten no solo son útiles a la hora de juzgar algún caso, sino que también sirven para desenmascarar supuestos descubrimientos científicos.

El arte de descubrir el engaño
Como el del investigador surcoreano Hwang Woo-suk, que aseguraba haber clonado 30 embriones humanos. El artículo fue publicado en la revista Science e ilustrado con fotografías que había cedido el científico… y que, según otro miembro de su equipo, estaban manipuladas. Aparentemente, Woo-suk había copiado y pegado partes de una fotografía en otra para que parecieran casi iguales, y así asegurar el éxito de la clonación. ¿Cómo desenmascarar estas situaciones? Marcel Fernández, investigador del Departamento de Ingeniería Telemática de la Universidad Politécnica de Cataluña, nos cuenta qué puede hacer un fotógrafo para prevenir manipulaciones so­bre su trabajo: “Por ejemplo, si tienes una fotografía digital en la que hay un cielo azul y una nube, si modificas un bit azul cerca de la nube y lo pones blanco, no se nota. Esto es una marca: una tira de bits que incorporas al documento digital. Su nombre específico es fingerprinting. Y son únicos. No debería haber dos fingerprints iguales.” Este sistema es útil cuando en­vías a 50 blogs distintos una fotografía, por ejemplo, del primer panda que ha tenido crías en cautividad. A todas ellas les pones una marca diferente: agregas un poco de blanco aquí o extiendes un poco el negro allí. De ese modo, si alguien altera alguna parte de esa imagen (le pone la cara de Bush al panda), tú no solo señalas dónde has dejado esa marca, la comparas con la original y demuestras que es tuya; también sabes de qué blog ha salido la imagen manipulada. Desafortunadamente, un sistema de compresión de archivos muy utilizado, el JPEG, puede hacer que desaparezca esa marca que has dejado. Existe otro método para identificar fingerprints. Y borrarlas. 50 bloggers han recibido las fotos del panda que has enviado, y dos de ellos se conocen. Comparan y analizan sus respectivas fotos, y descubren dónde está la marca. Entonces, la borran y tienen la foto original. “En lo que yo trabajo”, explica Fernández, “es en que en cada copia se ponga una marca distinta. Pero con un paso más: si yo envío 50 copias a otras tantas personas y dos de ellas se conocen e intentan generar una tercera copia que no es ni la de uno ni la de otro, creo marcas que detectan si ha habido una confabulación. Esto se hace logrando que las marcas sean como un objeto matemático. Así, cuando se unen, el resultado solo pudo haber sido generado por esas dos. Es decir, el producto de la copia de las imágenes generadas por los usuarios A y B, y el del realizado por C y D nunca será igual.” Ahora supongamos que eres tú el manipulador y quieres vender una foto de un ovni. Pues lo tienes chungo. Lo primero que harán los expertos es analizar la imagen concienzudamente. “Vemos si se corresponde con la cámara con la que tú dices que ha sido tomada”, comenta Javier Pagés, director de Informática Forense. “Prácticamente todas las máquinas digitales ya dan esta información. Son unos metadatos que guardan las fotografías: el modelo, el objetivo utilizado, el tipo de exposición, resolución, una serie de parámetros técnicos.” Claro, que esta información también se puede manipular. Existen editores en internet, disponibles para cualquier persona, que cambian, retocan y tergiversan esos datos. Pero luego viene una segunda etapa. “Se recurre a análisis matemáticos de la fotografía: zonas en las que los patrones de luz, de color, de óptica, no corresponden con los reales”, asegura Pagés, ingeniero in­formático. “Las fotografías tienen unas marcas que las independizan, bien porque identifican a la cámara, porque el objetivo tiene defectos, o bien porque el formato de imagen tiene un patrón.”

Redacción QUO