De acuerdo con Jesús Salinas Lorente, profesor titular del Departamento de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Murcia, las ETS más conocidas entre los animales son, entre las bacterianas: brucelosis y clamidiosis. La primera se transmite a través del sexo, las mucosas, la leche y al lamer los órganos sexuales de un animal contaminado (algo que ciertas especies hacen para reconocerse). La bacteria, que también puede afectar al hombre si ingiere carne o leche infectada, muere al exponerse a la luz. Curiosamente, hace poco se descubrió brucelosis en mamíferos marinos. El bacilo puede que haya evolucionado en el estómago de los cetáceos desde los tiempos en que habitaban en tierra firme y se alimentaban de plantas que tenían bacterias de la familia Rhizobiaceae, muy parecidas a las que poseen los rumiantes con brucelosis en su tracto digestivo. La segunda joya de la corona sexual, la clamidia, es un arma de destrucción masiva. Afecta al ganado, pero también a cerdos, ratones y koalas (aunque no a los de peluche). Produce graves lesiones cerebrales y, por si fuera poco, un animal que se ha curado puede seguir conta-giando a otros a través de la materia fecal.
Entre las parasitarias, la tricomoniasis también es de armas tomar. La variante bovina infecta a las vacas por medio de la cópula con el macho, que es asintomático (el típico “yo me lavo las manos”). Al expulsar el feto, la vaca se mantiene como portadora durante varios meses. Pese a que se investiga para encontrar una vacuna, la erradicación es algo que ciertos sectores ven contraproducente. Según Antonio Rodríguez Pichardo, del Grupo de Enfermedades de Transmisión Sexual de la Academia Española de Dermatología y Venereología: “La naturaleza tiene sus infecciones específicas para controlar la superpoblación; por eso, cada vez más gente dice que las ETS en los animales cumplen una función, que son muy necesarias.”

El animal que llevamos dentro
Es llamativo que todas las ETS reconocidas en animales sean de mamíferos. De hecho, según José Rodríguez Zazo, los perros, los gatos, los caballos, los cerdos, las cabras… todos tienen una ETS particular de su especie. Desafortunadamente, algunas de estas enfermedades sí nos llegan. Aunque por las vías más insospechadas y, felizmente para espíritus castos, más meritorias. Salinas reconoce que muchas de ellas están catalogadas como zoonosis profesionales. Es decir, afectan especialmente a personas que tienen contacto con animales por su trabajo. “En el momento del parto o aborto, un ganadero puede infectarse de clamidia. Una mujer ganadera o veterinaria que esté embarazada y entre en contacto con estas muestras se puede contagiar.” Para Alonso Aguirre, vicepresidente del área de Medicina y Conservación de Wildlife Trust: “Dos o tres de las mayores ETS han pasado de los animales al hombre. Sabemos que la gonorrea llegó desde el ganado. Igual que la sífilis. Y el último caso es el del VIH, que quizá lo adquirieron cazadores furtivos al contaminarse con sangre infectada.” Y la zoofilia es algo más que un fantasma. A este respecto, Rodríguez Pichardo señala que: “También podría deberse a alguna relación que, como rito de iniciación, podría existir entre hombres y animales.”

Redacción QUO