Vamos a hacer un repaso por la cara más bizarra del cine galo. Trece filmes (elegidos subjetivamente), aunque podrían haber sido muchos más, que demuestran que más allá de los grandes maestros como Rohmer, Renoir o Tavernier, en el cine francés también proliferan las gamberradas y las rarezas. Algunas de ellas filmadas incluso por autores de culto.

Como siempre, en esta galería chiripitiflautica se mezclan si orden ni concierto auténticas obras maestras, con curiosidades varias y algún que otro bodrio sin remisión. Que ustedes lo disfruten. O lo padezcan. Es su elección.

Druidas (2001)

Existe un consenso casi absoluto al otro lado de los Pirineos al considerar a esta cinta como la peor película jamás realizada en Francia. Y, siendo sinceros, los que la hemos visto a este lado de la cordillera, tampoco nos sentimos capaces de llevarles la contraria. Porque, en honor de la verdad, Druidas es auténtica basura cinematográfica. Aunque pertenece a esa categoría de películas que son tan malas tan malas, que despiertan la carcajada inviluntaria del espectador. Christopher Lambert interpreta (es un decir) al caudillo galo Vercingetorix en esta epopeya de saldo, y lo hace luciendo un pelucón imposible (parece el hijo amorfo deel Mel Gibson de Braveveheart) y un bigote postizo que incluso se le despega en un par de escenas. Hay que señalar que en otra se le ve claramente luciendo unas zapatillas deportivas. Los diálogos son de pena, las actuaicones de juzgado de guardia y las batallas rozan lo patético con esas legiones formadas por media docena de romanos (el presupuesto no daba para mucho más) Lo realmente milagroso es que alguien logró convencer a dos actorazos de la talla de Klaus María Brandauer y Max Von Sydow para que aparecieran en esta mierda. Como lo logró, es un misterio que no lo resuelve ni iker Jiménez.

Mr. Klein (1969)

Ahora que la spelís de superhéroes están en boga, no está de más recordar esta curiosa sátira. Mr. Freedon es un superhéroe norteamericano ultrafacha y racista que viaja a Francia para liberarla de una invasión comunista, encarnada por unos supervillanos tan ridículos como él (como Mr. Mao Red). El filme es típico de su época. Un batiburrillo de imágenes coloristas donde se mezcla la estética del tebeo, la blasfemia, el sexo y la sátira política. Un mejunje pseudoanormal imposible de realizar en estos tiempos de correción política, y con un reparto entre cuyos secundarios figuran Yves Montand, Donald Pleasence y Serge Gainsbourg.

Deslizamientos progresivos del placer (1974)

Hay que reconocer que los gabachos tienen su punto hasta cuando se ponen en plan gafapasta. Nadie como ellos para camuflar lo que en manos de los italianos sería una simple película marrana, con el disfraz de cine de arte y ensayo. Aquí Alain Robbe-Grillet (guionista de la mítica El año pasado en Mariembad) nos relata un cuento erótico de tintes surrealistas y oníricos. Una chica fugada de un convento-prisión (impagables las imágenes de las monjas torturadoras) llega a un juzgado donde la acusan de asesinar con unas tijeras a su compañera de cuarto. Todos la creen culpable salvo su guapa abogada que, presa de su influjo cae sumida en un mundo de ensoñaciones eróticas. Veremos a la acusada montándoselo con un maniquí, a la abogada desnuda con el cuerpo cubierto por huevos crudos… Finalmente, la acusada mata a la letrada a tijeretazos tras acostarse con ella. En ese instante aparece el policía que lleva el caso (Jean Louis Trintignant) y proclama que la chica era inocente del asesinato del que se la acusaba, pero al contemplar la nueva escena del crimen pues… todo vuelve a empezar. Lo dicho, gafapastismo francés puro y duro.

Dobermann (1997)

El thriller más bruto y cafre facturado en el país de Sarkozy y Mitterrand. Las andanzas de una banda de atracadores liderados por Vincent Cassell y una bellísima Mónica Bellucci (que se convirtió en estrella con su papel de delincuente giatana sordomuda), son un despliegue de tiros explosiones y sadismo, que homenajean a Sergio Leone y a Alex de la Iglesia. De hecho, uno de los personajes va vestido exactamente igual que Alex Angulo en El día de la bestia. Con todo, mi escena favorita es esa en la que uno de los ladrones se limpia el culo después de cagar con las páginas de Cahiers du cinema. ¿A lo mejor por eso la crítica se cebó con ella? Cualquiera sabe.

No tocar a la mujer blanca (1973)

Aunque su director sea el italiano Marco Ferreri, esta cinta es de producción francesa. Podríamos decir que se trata de un western sobre la batalla de Little Big Horn… Pero hay que especificar que ee un western muy particular. Aquí, el general Custer  (Marcello Mastroianni) trabaja para el presidente Richard Nixon, la caballería americana cabalga por los Campos Elíseos en medio de un atasco de tráfico, Buffalo Bill (Michel Piccolí) llama a su familia desde una cabina de teléfonos, los indios son estudiantes de la Sorbona con atuendo hippy, y la batalla se libra en un inmeso socavón en el centro de París. El término frikada se queda corto para esta película inclasificable que puede parecer genial o sencillamente estúpida, según el criterio de cada cual. Eso sí, el poster de Moebius/Giraud era una obra de arte.

El castillo de las vampiras (1979)

Jean Rollin es un director que ss inventó su subgénero particular: las películas de vampiras lesbianas. No es que no existieran antes de él, lo que ocurre es que la mayor parte de su filmografía trata sobre este tema. Fascination (ese es su título original) es la más célebre de todas. Un ladrón llega huyendo a un castillo habitado por dos hermosas y lozanas mozas que empiezan a  sorberle el cuello y algo más, hasta convertirlo en su exclavo sexual. La trama no da para mucho, pero se adereza con abundantes escenas de sexo entre las dos muchachas y también su particular prisionero, y algún que otro toque gore. Pero todo ello envuelto con ese toque de qualité tan gabacho: ya saben fotografía bonita con abuso de los ralentís, música edulcorada… Personalmente me quedo con la imagen de la rotunda Brigitte Lahaie transformada literalmente en La Muerte, vestida con túnica negra y empuñando una guadaña.

Docteur Jeckyll et les femmes (1981)

Walerian Borowczyk nació en Polonia pero desarrolló casi toda su carrera en Francia. Muchos le consideran un maestro dle cine erótico con títitulos tan emblemáticos como Interior de un convento o Cuentos inmorales, aunque también hay quien piensa que solo es un maestro del aburrimiento. Eso será porque no han visto esta versión (libérrima) de la novela de Robert Louis Stevenson. Aquí al beberse la pócima, el doctor Jeckyll (Udo Kier) se transforma en una auténtica bestia sexual y le sale un enorme y afilado pene de colo negro con el que atraviesa literalmente a todos los hombres y mujeres que se ponen en su camino. El filme está repleto de imágenes de personas con sus sexos humillados y chorreando sangre. La película es bruta hasta decir basta y como muestra de ello, el final ( atención, spoiler). Jeckyll y su mujer (la impresionante Marina Piero) se devoran mutuamente en el interior de una bañera repleta de ácido. ¿L´amour al estilo francés?

Judex (1963)

George Franju, el autor de ese clásico titulado Ojos sin rostro, nos regaló aquí un filme inclasificable. Un malvado banquero recibe una carta anónima firmada por un tal Judex, un autoproclamado justiciero que le avisa de que le hará pagar por sus maldades. La trama, que mezcla sin pudor intriga, cine de terror y el más puro culebrón, es un puro delirio que culmina en un baile de disfraces donde el justiciero va vestido con una cabeza de buho y el villano con una de buitre. El argumento es incoherente hasta decir basta pero sus poderosas imágenes tienen un efecto casi hipnótico sobre el espectador. No se la pierdan.

Lancelot du Lac (1974)

Hala, una de Robert Bresson, para que luego no se me quejen y digan que solo les hablo de serie B. Como su título indica es una nueva versión del triángulo amoroso entre el Rey Arturo, Ginebra y Lanzarote. Pero claro, firmada por Bresson, el resultado es una versión muy especial. Olvídense por compelto de Excalibur e incluso de la vieja película de la Metro con Robert Taylor. Aquí estamos ante una película de luchas en la que no se ve una sola pelea. Las numerosas escenas de torneos están rodadas filmando unicamente las espuelas de los caballeros, con lo que el director nos hurta toda la espectacularidad de los combates. de lo que nos priva es de deleitarnos con las brutales consecuencias de los mismos, con esas imágenes de ríos de sangre cayendo a través de la abertura de los yelmos de los caballeros vencidos.

Los rompepelotas (1974)

Antes de convertirse en un actor de culto, Gerard Depardieu se transformó en estrella protagonizando junto a Patrick Deware esta película gamberra cuyo título español lo dice todo. Sus protagonistas son dos macarras sin oficio ni beneficio, a los que no les interesa nada y que solo piensan con la punta del glande. Tras atracar una peluquería escapan llevándose como rehén a una empleada (Miou-Miou) que resulta ser frígida, y así surge un triángulo de lo más peculiar. La película es un repertorio de culos (masculinos y femeninos) y pollas por doquier. No se corta un pelo al mostrar la sensualidad desenfrenada de sus machistas protagonistas y no hay sola norma de la buna educación que no se ahecha papilla en este largometraje. Es cierto que el tiempo no la ha tratado del todo bien, y que el supuesto mensaje político anarcoide que encerraba se ha quedado viejo, pepro su apología del gamberrismo más salvaje sigue siento tan válida como entonces. Vamos, una película ideal para estimular al troglodita que muchos llevamos dentro.

La horde (2009)

Vamos a decirlo de una vez. Todas las películas de zombis se parecen. Puede que molen, pero son casi clónicas unas a otras. Y ahora que media humanidad flipa con la serie The walking dead, no está de más recordar que los gabachos también saben hacer películas de muertos viventes. Y mucho más salvajes que la citada serie de tv. En esta cinta, un grupo de policías corruptos comandados por una inspectora con unos pezones más erectos que los colmillos de un zombi, se dirigen a un alamacen para tenderle una trampa a un gangster y se encuentran con una horda de cadáveres revividos que pretenden convertirlos en la cena del día. La película es una slavajada gore con aires del cine de John carpenter que no decae durante todo el metraje. Pertenece a esa nuevala ola de cine de terror bestia (Martyrs, Frontiers...) que nos está llegando desde el otro lado de los Pirineos. Y me van a permitir una frivolidad, que exprese mi devoción por la prota del filme, Claude Perrón. Por dos razones. Porque me molan las tías pasmas, y porque se parece un huevo a mi actual chica. En fin… es que tengo el día tierno.

¡Viva María! (1966)

Principios del siglo XX. María (Brigitte Bardot) es la hija de un revolucionario del IRA que ha crecido ayudando a su padre a poner bombas en Dublín, Londres y Gibraltar. Azotando al imperio británico allí donde se encuentre, la muchacha queda huérfana cuando su progenitor muere minetras intenta atentar contra un asentamiento británico en algún lugar de América Central. Deambulando por la jungla, la chica es recogida por una compañía de teatro ambulante cuya estrella es una francesa también llamada (mira por donde) María (Jeanne Moreau). Juntas se convierten en una pareja inseparable sobre el escenario llegando incluso a inventar el strip-tease. Y cuando el novio de la francesa (George Hamilton) es asesinado por el dictador bananero de turno, la irlandesa le ayudará a vengarse enseñándole a manejar las armas y los explosivos. Así, entre las dos Marías harán que toda Centroamérica vuele por los aires… Dirigida por Louis Malle, ¡Viva María! es una comedia gamberra que se adelantó al espíritu revolucionario de mayo del 68. Un filme protagonizado por dos mujeres de bandera armadas hasta los dientes, que reinvindica el anarquismo y el amor libre y en el que hasta la Iglesia pierde (literalmente) la cabeza. Todo ello recorrido por un sentido del humor que va de lo brillante a lo surrealista, pasando por lo simplemente tonrorrón, pero que hace que la película sea realmente disfrutable. No se la pierdan… Puede que sea una bobada, pero tiene muchísimo encanto.