Una fecha concreta: el 6 de agosto. Si no hay incidentes, el laboratorio robótico Curiosity se depositará sobre suelo marciano para comenzar un año de inspección en busca de posibles rastros y restos de vida.

Pero ese es uno de los objetivos más cercanos. Xavier Barcons, investigador del Instituto de Física de Cantabria (CSIC-UC), señala que el telescopio ALMA nos irá abriendo la puerta hacia “las zonas de formación de estrellas de nuestra galaxia, y puede que ya veamos cómo se desarrolla ese proceso dentro de las grandes nubes moleculares”. El observatorio, situado en el desierto de Atacama (Chile), irá añadiendo antenas a las 16 actuales, para acercarse a las 66 planeadas para el final del proyecto.

El desierto chileno también albergará el Telescopio Europeo Extremadamente Grande (E-ELT), el mayor proyectado hasta ahora. Barcons considera que: “Es realista pensar que en el primer medio año se apruebe y dé comienzo la construcción, que durará unos 11 años”.

En cuanto a las misiones ya en marcha, el astrónomo añade que “Planck podría ofrecer la explosión de resultados que cabría esperar en algún momento, ya que se lanzó en 2009 y está funcionando muy bien”. La misión, cuyo objetivo es estudiar el origen del universo, “debería medir con muy bajos porcentajes de error parámetros cosmológicos como la tasa de expansión del universo, la cantidad de energía y materia oscura que hay en él, y la forma que tenían en el pasado muy remoto las irregularidades que generaron las galaxias que vemos hoy”.
Mientras tanto, es previsible que China continúe su camino hacia una posición de liderazgo en la investigación espacial. Además de avanzar en la elaboración de su laboratorio orbital, tendrá que aclarar con la NASA cómo diseñan su cooperación para el Telescopio de Treinta Metros (TMT) destinado a la isla de Hawái. La potencia económica de China puede resultar muy favorable a una NASA en vacas muy flacas.

Pilar Gil Villar