Mencion de honor en el trono de las pasiones merece María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV desde que este era solo Príncipe de Asturias. La parmesana (como el queso) era fea de solemnidad, con una fealdad desagradable hasta decir basta. Y era mujer de libido tan exacerbada que de ninguna manera alcanzaba a satisfacerla el pusilánime Carlos. Los ojos se le iban detrás de cada joven caballero que pasara cerca, y pasó nada menos que Manuel Godoy, con su aspecto de príncipe de cuento de hadas y las galas de su brillante uniforme de la Guardia de Corps.

Durante una parada militar, la princesa se fijó especialmente en él. Godoy inició a partir de ahí su prodigioso ascenso social, militar y político. Para la mayoría de la corte –menos para el marido– las relaciones de índole sexual entre María Luisa y Godoy eran flagrantes y se extendían de múltiples formas fuera de los límites de la alcoba. Uno de los rumores más extendidos fue que algunos de los hijos de la reina y, por tanto, infantes de España, eran fruto de esa relación íntima con Godoy. Pero ¿hubo en realidad relaciones sexuales “completas” entre ellos? Ese ha sido el criterio que ha transmitido la historiografía hasta recientes estudios revisionistas, según los cuales la unión carnal casi con certeza nunca se consumó.

Redacción QUO