Las eventualidades de la primera hora pueden ser muchas, pero años de evolución nos han preparado para ellas. Un buen grupo de reflejos ar­caicos, como taparnos los ojos ante la luz potente, succionar, sujetarnos si nos dejan caer hacia atrás… consituyen la primera muestra de ellos. “A pesar de todo”, afirma Francisco Carratalá, “la naturaleza defiende al niño. Si lo tenemos en cuenta, podemos difrutar mucho más esos momentos”.

Redacción QUO