Muchos dicen que prefieren «no saber» a tener demasiada información sobre un tema, que les provoca un mayor grado de satisfacción. Y es que el conocimiento puede ser un arma de doble filo: puede dar más libertad a tu mente, pero a la vez puede llegar a influir y mucho en cómo te comportas. Ahora, cada vez son más las personas que recurren, por ejemplo, a los tests genéticos con la idea de saber más sobre su salud y cómo les pueden afectar sus genes a la hora de tener una predisposición a enfermar. Y es precisamente este «saber más» el que hace que nuestra mente pueda verse afectada. De hecho, un nuevo estudio realizado por la Universidad de Stanford apunta que el conocimiento no es «solo informativo» sino que también puede tener un efecto transformador (como un placebo que impacta en la gente).

Para la jefa del estudio, Alia Crum, «lo que este estudio demuestra es que los resultados genéticos de tu ADN pueden tener un impacto psicológico en tu cuerpo de tal manera que cambie por completo tu perfil de riesgo». Os contamos cómo llegaron a esa conclusión. En el experimento, se convocaron a 200 personas a las que se les hicieron tests genéticos. Se separaron en dos grupos: a unos se les pidió que corriera sobre una cinta durante unos minutos, mientras que los otros se les dio una comida lidera. Una semana después todos volvieron a repetir sus tareas, pero en cambio, supieron antes sus resultados.

En el caso de quienes hicieron ejercicio físico, a una parte se les dijo que uno de sus genes estaba asociado con una capacidad pobre de esfuerzo, mientras que los otros tenían uno que les permitía un aguante mayor en este tipo de situaciones. Cuando volvieron a repetir la prueba, quienes recibieron la mala noticia redujeron el ritmo de trabajo, incluso lo hicieron peor que la primera vez, mientras que los otros mantuvieron el tipo todo el tiempo, sin problemas.

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En cuanto a los que se dedicaron a comer, unos recibieron unos resultados en los que se les informaba que uno de sus genes daba problemas para sentirse saciados en las comidas lo que podría suponer una predisposición a ser obeso en un futuro, mientras que al otro grupo se les dijo lo contrario, que sufrían una mutación que les permitía saciarse con poco. Cuando fueron a comer, se hicieron análisis posteriores para identificar la hormona de la saciedad en sangre. Quienes parecía que iban a tener problemas de obesidad, tuvieron un nivel de hormonas normal, pero el otro grupo produjo al menos un 250% más que sus compañeros. Solo necesitaron un informe para cambiar por completo cómo debía comportarse su cuerpo.

Con este tipo de tests, los investigadores no pretenden para nada echar por tierra este tipo de estudios genéticos, solo que se tenga mucho cuidado en cómo se da esa información al paciente y valorar cómo la recibe. Porque está claro que tiene un cierto efecto psicológico que puede ser contraproducente.

Fuente: ScienceAlert

Alberto Pascual García