Pese al frío que recorre a todos por dentro y a las miradas sombrías, la temperatura del lugar es cálida. Algo extraño en un tanatorio. Estamos en la ciudad inglesa de Bath. Allí, como en otras localidades de Suecia y Dinamarca, utilizan la cremación como forma de calentar a los que están en duelo. Cuando los cuerpos son incinerados, el aire caliente se envía por cañerías para caldear el ambiente, después de pasar por filtros que recogen el mercurio presente en los implantes dentales. En nuestro país, con una tasa de cremación de poco más del 30%, esta práctica supone poco beneficio. Pero en Reino Unido, donde llega al 70%, y en Japón, que sobrepasa el 90%, se está contemplando seriamente. ¿Por qué harían esto?

Cada año, más de 8.500 millones de metros cúbicos de gas natural (más de cien veces lo que se gasta en España) se pierden durante la producción, procesamiento y almacenamiento de gas y petróleo en todo el mundo. “Es absurdo”, señala Joan Majó, ingeniero y exministro de Energía e Industria, “por ejemplo, quemar gas para liberar calor, que calienta vapor, que mueve una turbina y genera electricidad; transportarla a gran distancia y, en un radiador eléctrico, calentar nuestra habitación. Como consecuencia de todos estos pasos, el calor que finalmente utilizamos no debe alcanzar más del 25% del que ha producido la combustión del gas”. Los combustibles fósiles representan un 80% de nuestra fuente de combustible, pero según la Agencia Internacional de Energía, el planeta necesitaría la existencia de 6 Arabias Saudíes en 2030 para satisfacer la demanda de este tipo de energía.

Las proteínas luminiscentes de la medusa han permitido fabricar una batería para dispositivos implantables

Debido a esto, la solución más posible y eficaz parecen ser las fuentes renovables. Pero hay algunos inconvenientes. Las células solares, por ejemplo, tienen una eficiencia del orden del 30%; es decir, solo pueden convertir un tercio de la energía que reciben en electricidad. Aunque experimentos con nuevos materiales la han llevado al 44%, aún no están disponibles. La energía eólica, mientras tanto, tiene también una limitación. Las leyes de la física afirman que solo es posible conseguir una eficiencia máxima del 59%: el resto de la energía se pierde en la fricción de los rotores como energía calórica y en los traslados a la central. Aun así, resultan las energías más limpias. El problema es que en España recientemente se ha realizado sobre ellas un recorte de las subvenciones de 1.671 millones de euros.

Todos somos evasores

Este panorama hace que los científicos y expertos comiencen a buscar nuevas fuentes de energía que actualmente no se aprovechan.

Algunas, por ejemplo, pueden provenir de la naturaleza, como los lagos africanos que guardan enormes cantidades de metano y podrían abastecer de energía a un país pequeño. O del espacio, como la iniciativa de una universidad surcoreana para utilizar las ondas sonoras y recargar con ellas los teléfonos móviles mientras hablamos.

Pero tampoco hay que irse tan lejos. Basta mirar el propio cuerpo humano para obtener energía. Si ya resultaba sorprendente que científicos de la Universidad de Luisiana se sirvan del alto contenido en lípidos de la grasa de caimanes para crear biodiésel, la iniciativa de Pete Behune es, cuando menos, sorprendente. El neozelandés Behune pensó que su propia grasa y la de dos voluntarios sería suficiente para dar la vuelta al mundo en un velero, el Earthrace. Tan bien funcionó que le bastaron 60 días para circunnavegar el globo.

La fábrica de cerveza Adnams PLC convierte los desechos de producción en gas natural y así se autoabastece

También es posible iluminar una discoteca con el movimiento de los bailarines, como ocurre en Holanda, y alimentar baterías de la Estación Espacial Internacional por medio de la orina. Aunque no es el único desecho corporal que se puede usar. Los eco-padres del nuevo siglo constantemente hablan de la contaminación que producen los pañales desechables. Por eso, se han comenzado a abrir plantas en Inglaterra y en Canadá que convierten los pañales y su contenido en biocombustible. Mientras, la compañía japonesa Super Faiths convierte los pañales en pellets para hogares y chimeneas.

Para el experto español en energías Jorge Morales: “Es una fantástica idea aprovecharse de todos los recursos disponibles. Pero aún queda mucho para que este tipo de energías, que no son renovables, sino residuales, resulten competitivas. Y luego está el problema del autoabastecimiento”. Cualquier tipo de energía que utilicemos en nuestro hogar fuera de la red eléctrica –un molino, un panel solar, etc.–, cuando se conecta a la red, pasa a pagar un peaje llamado tasa de respaldo.

Iluminar con sangre

Estos avances no siempre tienen que ver con grandes universidades y abultados presupuestos.

A veces son los ciudadanos de a pie quienes descubren una nueva fuente de la cual obtener energía. Es el caso de cuatro estudiantes de instituto de Lagos, Nigeria, que han creado un generador que funciona a partir de orina. Esta se vierte sobre una celda electrolítica que separa la orina en agua, nitrógeno e hidrógeno. Este último pasa por un filtro y llega a un cilindro de gas. Basta un litro para 6 horas de luz.

Bastan diez minutos de lluvia para obtener suficiente energía eléctrica como para alumbrar una calle

También está el diseñador Mike Thompson, quien un día se preguntó qué ocurriría si el coste de la energía fuera financiado (en su fuente, en distribución y en su uso) por uno mismo, y creó la lámpara de sangre. Una fuente de luz que se activa con una sola gota de sangre. El ingrediente secreto es el luminol, un químico usado por los forenses que se ilumina cuando detecta el hierro presente en la hemoglobina.

Vatios precipitados

Otro modo de aprovechar la energía residual es el descubierto en el CEA/Leti-Minatec, un instituto francés especializado en microelectrónica. Allí han desarrollado un sistema que transforma la energía cinética de cada gota de lluvia en energía eléctrica. Basta una sola para producir 12 milivatios. Una lluvia normal (un litro por metro cuadrado) durante 10 minutos produciría unos 200 vatios.

Todos estos ejemplos hablan de pequeñas iniciativas, microemprendimientos, que pretenden dotar al ciudadano del poder de gestionar su propio consumo energético. Claro, que por ahora es una utopía.

Morales, director de la empresa Geoatlanter, señala a Quo que: “En España no es fácil autoabastecerse. Pero si alguien lo lograra al 100%, es decir, sin precisar de la red eléctrica, no pagaría tasas. Y sería libre.” Aquí tienes muchas opciones para conseguir esa libertad.

Juan Scaliter