Sabe que en el rechazo a los órganos implantados está su principal barrera porque, según él mismo asegura, el sistema inmunológico es de una gran complejidad.

P. Usted pasa del glamour y la tecnología de Valencia a la humildad de Tanzania. ¿Cómo se ve la realidad desde cada sitio?

R. Son mundos distintos. Aquí todo es comodidad, seguridad, las cosas son bastante predecibles. Allí es todo lo contrario, es incomodidad, sobre todo para la gente. Ir a Tanzania durante un par de semanas a tratarles no es lo mismo que vivir allí. Es un baño de realidad. La inmensa mayoría de nuestras cosas son frívolas. Una simple avería en el teléfono puede ser un problema mayor. Allí, cuando te disparan y no te dan o te dan poco, estás de suerte. Y si te rompes una tibia, pues te quedas cojo salvo que pase un médico por algún sitio que te haga caso y te la arregle, pero para esto hay que tener muchísima suerte.

P. ¿Cómo se las apaña un médico en Tanzania para trabajar?

R. Allí vas a trabajar sin medios. Vas a zonas muy remotas donde no hay agua corriente, ni electricidad, ni nada. El aparataje es el que llevamos nosotros, con lo cual el grado de complejidad y sofisticación del tratamiento que puedes dar es limitado. Pero con un poco de creatividad mediterránea y un buen equipo, se logran bastantes cosas.

P. Usted es conocido por su trasplantes. ¿Qué diferencia hay entre una cara y un riñón?

R. Los de partes visibles tienen el mismo protocolo que los de órganos sólidos. Los estudios médicos de donante y receptor son exactamente los mismos, pero en el caso de los de manos o cara nos enfrentamos a casos muy distintos porque la lesión y las partes que faltan varían mucho de una situación a otra. El planeo anatómico de cada es muy diferente.

P. ¿Cómo se mide la compatibilidad?

R. Hay una parte común a todos los trasplantes que es básicamente que donante y receptor no tengan contraindicaciones médicas ni enfermedades infecciosas activas, compatibilidad de grupo sanguíneo, etc. También se busca que sean compatibles serológicamente de algunos virus para reducir riesgos, ya que se trata de órganos no vitales. Al ser partes visibles, deben tener además cierta compatibilidad de color, tamaño, y en ocasiones de sexo.

P. ¿Cómo encuentra los receptores?

R. Todos los trasplantes se hacen a través de la ONT. Si hay una organización impecable en España, es esa. Dicho esto, hay que aclarar que es mucho más difícil conseguir la donación de un órgano visible que de uno no visible. Un hígado o un riñón no se ve, para los familiares de alguien que está en la UCi en muerte cerebral la decisión de donarlos es más fácil que cuando se trata de una cara o una mano. Aquí las connotaciones emocionales son tremendas.

«Es mucho más difícil conseguir la donación de un órgano visible que de uno no visible»

P. ¿Todas estas técnicas se ensayan primeramente con animales?

R. Todo lleva un trabajo experimental previo muy extenso. No hay ninguna técnica que se haga por primera vez en humanos.

P. Su trayectoria se centra en extremidades y cara. ¿Son igual de difíciles?

R. En trasplante de manos tenemos más experiencia, hemos hecho más. Hace 18 años que se están llevando en todo el mundo. En total, unos cien casos. La parte técnica está bien solucionada y la parte inmunológica, pues bueno, las pegas de todos los trasplantes. Caras, sin embargo, se han hecho bastantes menos y además son muy heterogéneas. No es lo mismo trasplantar cara con esqueleto o sin él, con lengua o sin ella… Hay menos información, tienen muchas más complicaciones y hay todavía problemas técnicos y quirúrgicos que no están bien resueltos. Hay cosas que aún no sabemos cómo solucionar. Por ejemplo, la regeneración nerviosa del nervio facial no es maravillosa. Se consigue movimiento en la cara, pero no es espontáneo. Con los trasplantes de piernas pasa algo parecido, solo ha habido un caso en el mundo, con lo cual la experiencia es exigua.

P ¿Qué habría que hacer para disminuir el rechazo del sistema inmunológico?

R. Si lo supiera, no estaría hablando con usted, sino en el Olimpo recibiendo varios premios Nobel de unas cuantas décadas. El conocimiento que tenemos sobre el funcionamiento del sistema inmunológico es muy fraccionado. Sabemos cosas, pero es un mecanismo tan complejo que la aplicación clínica de lo que sabemos es muy pobre. Ese es el gran talón de Aquiles de la trasplantología. ¿Cómo conseguir tolerancia, que un sistema inmunológico no reaccione frente a un antígeno determinado pero sí frente a todo lo demás? Hay mucho trabajo experimental. La tolerancia es algo que desde que yo tengo uso de razón científica se está a punto de conseguir, pero así llevamos 30 años y lo estaremos dentro de otros treinta. Se logrará. Es cuestión de tiempo y gente capaz, pero faltan bastantes décadas para que se puedan trasplantar tejidos sin necesidad de que haya que inmunosuprimir al paciente de por vida de una forma peligrosa y venenosa.

P. Pero supongo que los fármacos habrán evolucionado mucho desde aquel primer trasplante de manos.

R. No se crea. La medicación antirrechazo mejoró en un momento en el que se describió una familia de inmunosupresores, los inhibidores de la calcineurina. El problema es que cualquier avance en este sentido lleva un esfuerzo farmacológico-comercial-científico inmenso. Los nuevos fármacos llegan al mercado con cuentagotas. Cierto que se ha avanzado algo, pero lo que se está utilizando en este momento es muy parecido a la que se empleaba hace 15 años. Cuesta muchos millones desarrollar una molécula nueva y además demostrar que sirve para algo. Es complejísimo. Siendo realista, conseguir tolerancia en trasplantes de órganos en muerte cerebral, que es la inmensa mayoría de los casos, no ocurrirá en al menos los próximos treinta años.

P. ¿Cómo se podría acelerar?

R. Una cosa es la investigación básica preclínica, un laboratorio y ratoncitos, y otra es la traslación de eso a la clínica humana. Es decir, conseguir una molécula que tenga ventajas respecto a lo ya existente.

P. ¿Cuál es la evolución de los trasplantados?

R. Un trasplantado vive menos que uno que no lo es. Es una persona a la que le quitas años de vida. Tiene que tomar una medicación que, con suerte, le provoca problemas menores y si tiene menos suerte le causa alteraciones mayores o la muerte. Esto merece la pena si ese riesgo conlleva un gran beneficio para el paciente, como ocurre en un trasplante renal, cardíaco o hepático. Cuando un paciente se trasplanta es que no está sano, y un trasplante no le devuelve completamente la salud. Le prolonga la vida en el caso de fracaso de órganos vitales, o le mejora la calidad de la misma en el caso de órganos no vitales, pero a un precio considerable (efectos adversos del tratamiento inmunosupresor). En cualquier caso sólo estamos en el año 2016 y un trasplante es la mejor opción para muchos pacientes.

Un trasplantado vive menos que uno que no lo es. Es una persona a la que le quitas años de vida.

P. El grado de éxito que se ha alcanzado en el trasplante renal es deseable en los demás.

R. Cada órgano se comporta de forma distinta. Los trasplantes de hígado evolucionan por ejemplo mucho mejor que otros trasplantes. Los renales se comportan regular, los corazones van un poco peor que los riñones, le siguen los pulmones y tras ellos los de intestino delgado. Los de mano reaccionan aproximadamente como los hepáticos, me refiero en cuanto a evolución médica inmunológica a largo plazo, y los de cara van algo peor que los de riñón. Cada uno tiene una serie de peculiaridades, pero lo normal es que al cabo de un año el 95 por ciento de los órganos trasplantados están funcionando y lo normal es que a los 20-25 años hayan dejado de funcionar.

P. ¿Y los de cara?

R. No sabemos cómo se van a comportar estos trasplantes a los 30 años. Apenas se han hecho 38 en todo el mundo. La información es muy poca, pero no hay nada que indique que lo harán de forma diferente a como lo hacen otros órganos con los que sí hay más experiencia. La cuestión es que hay una tasa de malfunción crónica que es como un cajón de sastre. No sabemos por qué ocurre. Probablemente estemos metiendo en un cajón de sastre cosas que no tienen nada que ver. Pero lo cierto es que los órganos trasplantados se deterioran con el tiempo y la medicación antirechazo que tenemos disponible en este momento no es eficaz contra el deterioro crónico. Es eficazpara evitar el rechazo agudo, pero no evita el deterioro crónico. Ese es uno de las tareas pendientes que tiene que hacer la investigación inmunológica.

P. ¿Cómo ha sido la evolución de los 37 trasplantes de cara que ha habido en el mundo?

R. Ha habido de todo. Tienen una mortalidad significativa. A nivel mundial, algunos pacientes han evolucionado muy bien, otros mal y otros regular. Ha sido muy heterogéneo.

P. Volvería a hacer un trasplante de cara

No lo sé. Si viene un paciente con ese problema, pues probablemente. Básicamente es el paciente el que lleva a considerar un tratamiento y no al revés. Yo soy un traductor de los deseos del paciente a tecnología médica.

P. Pero a veces al paciente hay que decirle que no.

R. Por eso yo soy un traductor de sus sueños. Tú tienes que traducir sus deseos a la realidad médica y, si es posible, hacerlo con éxito.

P. Se sometería usted a un trasplante de cara si fuera necesario.

R. Todo depende de la importancia que le dé uno a la vida. Yo tengo muy claro cuándo se acaba una fiesta y si ocurre una incidente que es incompatible con las cosas que me gusta hacer, pues lo siento, mi vida se acabó y ya está. Pero esto es una opinión personal mía. Hay gente que se aferra a todo. Yo no quiero vivir cien años. Yo si me muero pasado mañana, estaré satisfecho porque he vivido intensamente. No me importaría. Pero mi opinión no puede ser extrapolable al resto de la población.

P. ¿Cómo es el primer momento en el que el paciente de un trasplante de cara se mira al espejo?

R. Yo no estoy en el momento en que se va a mirar en el espejo. Es algo privado. Esto no es una película. Luego él, si quiere, me lo cuenta, pero generalmente la reacción es buena.

P. Otros cirujanos de renombre se han ido de España.

R. Cuando terminé la especialidad me fui a la cola del paro. Si en ese momento hubiera tenido una oferta del hospital comarcal de la estepa de Mongolia me habría ido allí. Pero era una época en la que no había trabajo en España y fuera no lo encontré. Me aguanté y me quedé.A estas alturas no me iría. Aquí hago el trabajo que quiero y no creo que lo pudiera hacer mejor en otro lugar.

Marta García Fernández